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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
¡Locuras de muchacho! ¡Delirios de ardorosa fantasía! ¡Presentimientos de una alma tímida, de un corazón inconstante!
Se repuso, y me dijo con su acostumbrada insolencia de bufón: He aquí un loco cogido por una loca; porque tú, mi buena señora, hace mucho tiempo que estás haciendo locuras. ¿Qué te va á ti en que España se pierda ó se gane, y en que el rey no haga de ti tanto caso como de su rosario?
Los señores se habían detenido en un puentecillo por donde el coche del corcovadito no podía pasar. ¡Señorita, nos llaman! Vamos. Gabriela se levantó, y antes de dar un paso miró entristecida la cifra escrita en la arena. Yo, al pasar, la borré con los pies. ¿Qué ha hecho usted? ¡Nada, señorita! ¡Bien hecho!... ¡Mejor! Locuras mías.... ¡Quién pudiera olvidar!
¡No quiero tu vida, chiquillo! dijo la generala sonriendo y haciéndole mimos con la mano en el rostro. Quiero tu amor; pero un amor verdadero, grande, infinito... ¡Tú no sabes las locuras que yo sueño, los castillos que levanto en el aire!
No tuvieron más hijo que yo: me adoraron, sin descuidar mi educación ni excederse en mimos y locuras; estudié, vi mundo; dije que quería viajar, y me abrió mi madre su bolsa anchamente; tuve, hombre ya, algún capricho, muchos caprichos, y se cumplieron.
Siempre serás el mismo; únicamente existes tú: sólo deben tenerse en cuenta tus deseos. Me has hecho mucho daño, ¡mucho!... y ahora me dices, como un niño: «Yo que creía...» ¿Qué esperabas después de tus locuras?... Sábelo bien: te aborrezco. Tu presencia me es odiosa. ¡Te aborrezco!
Una gran desgracia, hijo; lo que nunca se había visto en el claustro alto. Las locuras del mundo entraron en la catedral, y fueron a hacer nido justamente en la casa más honrada, más antigua y más respetable de las Claverías.
Si yo no se lo hubiera ofrecido es probable que no me lo hubiera pedido nunca, pero desde el día en que pagué, encontró muy natural continuar aprovechándose de mi generosidad. Y aquí empieza el período más deplorable de mi existencia. La acusación á que sucumbí estuvo basada en las locuras que hice para sostener los gastos de Lea.
¿Escribirás hoy mismo á ese señor dando por terminadas para siempre las locuras? Sí, Padre. Muy bien: vamos á la absolución. Y musitando sus latines, el Padre Paulí bendijo á la joven al través de la rejilla: después sacó la mano por el frente del confesonario para que se la besase.
Desvié mi pensamiento de estas locuras, y pareciome bien que no hablasen.
Palabra del Dia
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