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Actualizado: 3 de junio de 2025


Los defectos, que han puesto tan en ridículo á los trágicos franceses, ofreciendo tan notable contradicción entre las acciones y el carácter é ideas de sus héroes, deslustrando los personajes elevados de las edades heróicas con sus reglas superficiales de pura convención y su ceremonial cortesano, tan falto de gusto, no se encuentran en el teatro español, pues éste trastorna y se apropia todo lo extraño en todas sus relaciones, y hasta en sus causas esenciales; armoniza el fondo y la forma con la mayor perfección, y trasladándolos á lo presente, tan lleno de exuberante poesía, infunde nueva vida en los materiales, que maneja, y les ofrece firme suelo en que asentarse, y cuantos accidentes necesita.

En pie, delante del púlpito, seguía con gran curiosidad las palabras del excusador, haciendo inútiles esfuerzos por adivinar a quién se refería. Al cabo vino a averiguarlo, cuando el excusador puso a su monstruo un gorro frigio sobre la cabeza. ¡Ah, , Garibaldi exclamó lleno de alegría!... Muy bien, muy bien... ¡Duro en él, D. José, duro en él; duro en ese pillo!...

Estas mismas faltas que señalamos en sus composiciones, se observan también en su estilo pesado, y que se arrastra, al parecer, sin entonación ni fuerzas, aunque se esfuerce vanamente en disfrazar ese defecto de vigor y de fuego propio usando un lenguaje hinchado y lleno de hojarasca.

Quiso, empero, el cielo recibir la oferta y no la ejecución del sacrificio, porque aquel bárbaro, atónito y lleno de confusión, al ver tanto aliento, no osó pasar más adelante.

Que le estaba permitido el salir de tres en tres años para procurar su libertad, y que en distintos trances se había dejado ver de algunos, para que le facilitasen su rescate, pero que nunca logró el cabo y el fin deseado, pues de ellos, a unos les faltó el valor, otros desmayaron en la mitad del camino y muchos no llenaron los requisitos y condiciones que se les habían impuesto, perdiendo así el premio de su trabajo; y al decir esto levantó la tapa y sacó de la tinaja más cercana, como por muestra, el puño lleno de la arena más fina de oro, que era lo que reposaba en aquellos vasos.

Son palabras de un idioma lleno de amor y de eternidad, y ella me dicta versos en ese lenguaje divino, con símbolos imperecederos.

De pronto, las palabras que rezaba el clérigo con un tono discreto, suave, de un ritmo eclesiástico simpático, sugestivo, adquirieron verdadero valor musical, como un recitado; porque allá dentro alguien le soltaba los caños de sonidos al órgano, que llenó la solitaria iglesia de resonancias, de chorros de notas juguetonas, frescas.

El P. Fernandez, apesar de sus principios liberales, levantó la cabeza y miró lleno de sorpresa á Isagani. Era aquel joven más independiente aun de lo que él se creía; aunque le llamaba catedrático, en el fondo le trataba de igual á igual, puesto que se permitía insinuaciones. Como buen diplomático, el P. Fernandez no solo aceptó el hecho, sino que él mismo lo planteó.

Mohamad II, de la familia de los Naceritas, reinaba en Granada lleno de poder, gloria y juventud; pues por la muerte de su padre se miraba a los veinticinco años sentado ya en el trono de la Alhambra.

Con el mismo recato y disimulo de siempre Don Carlos volvió á ver á Clara en los paseos que ésta daba con Lucía; pero la delicada salud de Clara le llenó de desconsuelo.

Palabra del Dia

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