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Actualizado: 6 de junio de 2025


En los días, no obstante, a que hemos traído nuestra narración, la tristeza de doña Luz se modificó visiblemente. Se hizo más tierna y más expansiva. Doña Luz no se limitaba a recibir a su amiga cuando ésta iba a verla, sino que a menudo la mandaba llamar. Lloraba, suspiraba más, pero estaba menos sombría. A veces cruzaba una dulce sonrisa por entre sus lágrimas, como rayo de sol entre nubes.

La verdad era que a Rafael no le interesaba mucho el partido. Mirábalo como una de las fincas de la familia cuya legítima posesión nadie le podía disputar, y se limitaba a obedecer a su madre: «Ve con don Andrés a Riola.

¿Fue ternura repentina, de la que se creía incapaz, o vergonzosa abdicación de sus principios y presagio de mayores debilidades? Nadie le culpe. ¿Cómo ser cruel con una mujer que, lejos de echar en cara los favores otorgados, ni arrepentirse de ellos, ni solicitar cosa alguna para lo porvenir, se limitaba a pedir lealtad?

Convencidos de que el periódico es una secuela indispensable, si no un síntoma de la vida moderna, esperarían tal vez aquí nuestros lectores una historia de esta invención; una seria disertación sobre los primeros periódicos, y acerca de si debieron o no su primer nombre a una moneda veneciana que limitaba su precio. Nada de eso.

Entonces no rehuse; si no, establecería una diferencia entre Jaime y yo, y ya no le creería yo cuando me llamase su hijo. ¡Juan, Juan! se limitaba a repetir el señor Aubry, dominado por la emoción. ¡Si también eres mi hijo! Permítame hacer la combinación tal como yo la entiendo. Exijo por el momento que usted no se ocupe de nada.

Me limitaba a decir que, según Petrona, nadie sabe nada; todo es un secreto. Los secretos perfectos estriban precisamente en que nadie sepa nada, porque en cuanto alguien sabe algo, pronto lo sabe todo el mundo, hasta que, alterado el hecho de revelación en revelación, todo el mundo vuelve a no saber nada. Estoy afligida. La política me ha hecho perder una excelente amiga.

Esa fue la íntima representación de su mente, pero, por desgracia, su expresión externa era confusa y se limitaba a la repetición de la siguiente incoherencia: ¡El sol está bien! ¿qué hay? ¿qué hay, sol? ¡Magnífico! Se detuvo doña María, y sacando nuevo valor de la ventajosa distancia que le separaba de él, le preguntó si le faltaba algo.

Raguet iba para treinta años, justo su edad, que vivía de haragán, sin hacer nada más que gastar lo que pidiere o trampeare... No obstante de saberlo muy bien Catalina, se limitaba a pedirle perdón: ¡No te enojes, Raguet! Cada uno hace lo que puede... La gente ya estaba cansada de los vampiros...

Escondido el rostro entre sus manos, la señora Princetot movía negativamente la cabeza y se limitaba a repetir con obstinación. ¡Ay, Dios mío!... ¡Dios mío!... ¿Por qué... por qué?... Se defendía aún, pero mucho más débilmente. ¿Por qué? replicó Delaberge.

Bolívar dió un manifiesto en que no solo se limitaba á reprobar la insurreccion, sino en el cual se extendia á dar en cara el villano proceder á cuantos bajo una hipócrita apariencia se vendian como amigos suyos y de la independencia nacional.

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