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Preguntas son estas que pondrian en bárbaros aprietos al legislador en teoría de esa soñada república platónica. No por qué me parece encontrar cierta analogía entre su idea y las asociaciones de las abejas, de las hormigas y de los castores.

La familia inglesa, seguro cimiento de la moral pública, vive en el órden y en las afecciones: con sus excelentes circunstancias educa buenos hijos para la sociedad, y buenos ciudadanos para la patria. El legislador que organice un hogar doméstico con sabia economía, trabaja en pro de la sociedad, que es su reflejo.

Y esto con plena independencia del valer de cada poeta, porque proviene de la misma naturaleza de las cosas. En la edad primitiva, el poeta es profeta, sacerdote, legislador, teólogo, astrónomo, moralista, geógrafo, y todo a la vez; o más bien no es nada de esto; apenas si es persona; su personalidad se exfuma y desvanece en la penumbra crepuscular de la historia.

Numa, el mísero mortal, la hablaba como á su igual, y la ninfa le contestaba con voz cristalina, á la que se mezclaban como un coro lejano el murmullo del follaje y los ruidos del bosque. El legislador aprendió allí su sabiduría. Ningún anciano con su barba blanca hubiera pronunciado palabras tan juiciosas como las que salían de los labios de la ninfa, inmortal y eternamente joven.

Si bien el carácter del legislador resulta simpático por la democracia que de sus disposiciones emana, los encargados de vigorizar éstas mismas las desfiguran en su aplicación á la práctica, exornándolas de una aureola de suspicacias y recelos que les carácter despótico y anti-nacional de que en su esencia se encuentran desposeídas y que estuvo siempre lejos del ánimo del legislador.

Fué en la Civitas aquensis de los Romanos que, según algunos anticuarios ó cronistas, nació el inolvidable Carlomagno; esa fué su residencia mas querida, por motivos que la leyenda explica, y allí murió, en 814, ese gran fundador de un imperio continental, heredero de los Césares por derecho de conquista, héroe y legislador al mismo tiempo, organizador de la gran feudalidad, y autor de ese famoso pacto con el pontificado que, ligando la Iglesia y el Estado por el vinculo del interes, hizo á los papas reyes, de la Iglesia una monarquía, de la religion un despotismo, de la autoridad real un derecho divino, y condenó á la humanidad á una lucha de cerca de once siglos que hoy se acerca á su término, gracias á la solucion preparada por la revolucion italiana.

Si un hijo del legislador, uno de esos hijos que ahora duermen bajo la leve gasa que cubre su semblante; si ese niño llega á ser un hombre de sabiduría, de lealtad, de abnegacion; si llegase á ser el propagador de una verdad mayor que su siglo, el conductor de un fluido para el que la vida de hoy no tiene tubo ni alambique; si debiese al destino el don soberano de tener genio; es decir, el don de una virtud suprema, porque no hay genio sin virtud, no hay genio deshonrado, no hay genio infame, porque no existe el talento de picar, porque la víbora no tiene talento: si en el testamento de la predestinacion universal, recibiera ese niño aquella manda gloriosa y divina ¿qué diria el legislador, qué diria el padre, cuando supiera que su hijo comia la vitualla del presidio con el espía, con el asesino, con el traidor, con el ratero?

El sacerdote egipcio con quien Solón habló en el templo de Sais, decía al legislador ateniense, compadeciendo a los griegos por su volubilidad bulliciosa: No sois sino unos niños. Y Michelet ha comparado la actividad del alma helena con un festivo juego a cuyo alrededor se agrupan y sonríen todas las naciones del mundo.

Quisiera decir algunas palabras acerca del Hipódromo, pero creo que aún no ha llegado la época de juzgar con verdadera imparcialidad esta nueva institución. Las grandes reformas necesitan algunos años para desenvolverse y dar el fruto que el legislador ha buscado. Juzgando hoy aquélla, temo incurrir en errores y apasionamientos, de los cuales me arrepentiría ya tarde.

El legislador no ha de discutir, sino mandar. Ni es propio de él establecer las leyes con disputas, sino en virtud de su autoridad. Sus graves asuntos no piden aplausos ruidosos como en el teatro, sino disposiciones encaminadas al bien del pueblo. Masdeu, XIII, 277. Aschbach, Geschichte der Ommaijaden, s. 272. Masdeu, XIII, 198.