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Actualizado: 30 de abril de 2025


Completaba la lejanía la cima de la Montaña Verde, recortándose sobre el cielo con cierta dureza de paisaje flamenco en sus contornos exactos y marcados, de un verde obscuro límpido. A la margen del río se veía bajar y subir el brazo derecho de las lavanderas, como miembro de marioneta movido por resortes, y se oía el plas acompasado de la paleta con que azotaban la ropa.

En aquellos días de aventuras y pilladas y esparcimiento, cualquiera que hubiese tenido interés en seguir los pasos de este desgraciado chicuelo le habría visto encaramándose en la verja de la puerta principal de la Plaza de Toros para alcanzar a ver algo del ensayo de la mojiganga, o bien jugando en los tejares adyacentes, o en el río entre las lavanderas.

Después vino con unas preciosas ovejas, á quien conducían gallardos pastores, y luego se hizo acompañar de unas lavanderas que lavaban, y de un choricero que vendía chorizos, y de un Rey Mago negro, al cual sucedió otro de barba blanca y corona de oro. Por traer, hasta trajo una vieja que daba azotes en cierta parte á un chico por no saber la lección.

No: es un asilo que ha hecho la Reina María Victoria, la mujer de Amadeo, para que estén recogidos los hijos de las lavanderas mientras ellas trabajan. Tirso desvió la vista sin contestar.

Pues Joaquín la sumergirá en sus tonos rosados. ¿Dibuja usted con el pincel como los verdaderos, como los puros...? Pues él le hará «acusar» el contorno. ¿Ama usted su arte? Pues él la obligará a caer en el oficio: las «Lavanderas» almibaradas y las «Pastoras» de confitería.

Eran las familias de los chicos del Hospicio. Las madres venían de los barrios más extremos de Madrid: lavanderas, traperas, viudas de trabajadores, mendigas, todo el mujerío abandonado y mísero, que procrea por distraer el hambre. Se trataban como amigas al verse allí todas las semanas.

En efecto, las lavanderas de Madrid gozan de la proteccion especial de la reina, y es ella quien ha costeado los rústicos aparatos ó lavaderos donde ganan la vida esas pobres mujeres, trabajando al sol y á la intemperie. Aquello vale bien poco, pero al ménos es de aplaudirse la intencion.

Esta sopa boba, a la cual los granujas llaman piri, atrae a mucha gente menuda a los alrededores del cuerpo de guardia, y se la disputan a coscorrones. Después de bien llena la panza, nuestros dos amigos bajaban hacia el río. Si tenían ganas de trabajar, ayudaban a las lavanderas a subir la ropa; si no, tiraban hacia las Yeserías.

Palabra del Dia

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