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Actualizado: 28 de junio de 2025
Pero, ¡cuán distantes de la realidad habrían quedado estos intentos sin la ayuda del espejo de los corredores, Estupiñá el Grande! ¡Lo que aquel santo hombre andaba para encontrar huevos frescos en gran cantidad...! Todos los polleros de la Cava le traían en palmitas, y él se daba no poca importancia, diciéndoles: «o tenemos formalidad o no tenemos formalidad.
Estos tan muchos timidos Romanos, Que buscan de vencer cien mil caminos, Rehuyen de venir mas á las manos Con los pocos valientes Numantinos. O si saliesen sus intentos vanos, Y fuesen sus quimeras desatinos, Y esta pequeña tierra de Numancia, Sacase de su perdida ganancia!
Después de otros dos o tres intentos, acabé por no apearme ya del coche. El cochero iba y venía, deteníase en ciertas calles y hacía como que se informaba.
Y los dos enumeraron en su animada conversación todos los intentos de los hombres, desde remotos siglos, por romper el misterio del Mar Tenebroso.
Viéndose vencido de esta manera el demonio, se valió de otras trazas diabólicas para perturbar la obra comenzada, incitando y conmoviendo para ese fin á muchos de sus secuaces; pero Dios desvaneció sus intentos haciendo de los mismos diabólicos ministros fieles coadjutores de los Padres en aquella conversión.
Sus intentos de vida simple y campesina en el retiro de Villa-Sirena no le habían hecho olvidar los cuidados higiénicos á que estaba acostumbrado desde la niñez. Pero ahora se trataba de algo más; quería acicalarse, realzar con exquisiteces interiores su individualidad física, que consideraba de repente un poco maltratada por los años.
Estas imaginaciones fueron labrando en su cerebro una decisión que al cabo formuló por escrito en carta a su madrastra: escribiole sin decir nada a Julia suplicándole le concediese una entrevista «para tratar de asuntos que a ella y a su hija interesaban mucho.» La carta, aunque seria, era afectuosa y dejaba traslucir intentos generosos y deseos vivos de reconciliación.
Ahora tú ordenaba con voz imperiosa. Resultaban inútiles sus intentos de resistencia. El tío le insultaba con las peores palabras ó le inducía con promesas de seguridad. No supo ciertamente si fué él quien se arrojó al agua ó si le arrancaron de la barca los zarpazos del médico. Pasada la primera sorpresa, experimentó la impresión del que recuerda algo olvidado.
Había sido un suicida con suerte en los primeros tiempos, cuando necesitaba crearse un nombre, y la gente no transigía ahora con su prudencia. El insulto acompañaba siempre a sus intentos de conservación. Apenas tendía la muleta ante el toro a cierta distancia, estallaba la protesta. ¡No se arrimaba! ¡tenía miedo!
Le bastaba recordar lo ocurrido en el castillo de Lewis, para ver cortados todos sus intentos de acción.
Palabra del Dia
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