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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Le escuchaban como un oráculo, y si alguna vez en el calor de la improvisación les largaba un soplamocos, blasfemaban un poco por dignidad y volvían en seguida a las buenas.
El brazo izquierdo se apoyaba en el instrumento y la cara descansaba en una mano, oculta casi por la palma y los dedos. Con la diestra armada de un palillo golpeaba lentamente uno de los parches, y así permanecía inmóvil, en actitud reflexiva, con el pensamiento concentrado en su improvisación, contemplando el inmenso horizonte del mar a través de sus dedos.
No se le caían de la mente aquellos diálogos ingeniosos donde la respuesta, siempre oportuna, parecía meditada con espacio y no fruto de la improvisación, ni los rasgos delicados donde se mostraba de golpe y en cualquier menudencia la elevación y nobleza de un alma, ni la galantería voluptuosa y discreta, ni el estilo insinuante y perfumado que caracterizan á tales obras.
El que ha pasado por ese trance, sabe que no es el más a propósito para entregarse a la improvisación poética... Sin darse cuenta de lo que Gutiérrez González hacía, pero reconociéndolo, el amigo se le acerca y le pregunta naturalmente: ¿Qué estás haciendo, Gregorio? Déjame, por Dios, Vicente, ¡Que estoy pasando actualmente Las penas del Purgatorio! contesta en el acto el incorregible poeta.
No había aún concluido el primer verso, cuando cinco o seis levantaban en alto la décima completa. «Es imposible, son unos ¡bárbaros!»... decía Martín. Bien pronto dejan a un lado el lápiz y empieza la improvisación oral, vertiginosa, inacabable.
Al fin todos hablan en verso, y es tal su facilidad de ritmo y consonante, que he oído a Carlos Sáenz hacer versos durante un cuarto de hora, sin detenerse un instante. Disparates sin sentido, con frecuencia, pero jamás un verso cojo ni una rima pobre. En general, el espíritu corre a raudales; una palabra, una frase, dan el pie a una improvisación admirable...
Dos criados jóvenes, dos muchachos italianos, imberbes y de ademanes torpes, vestidos con unos fracs que les venían algo grandes, sirvieron los postres del almuerzo, bajo la mirada autoritaria de Toledo. Este examinaba igualmente la mesa y los tres convidados, como si temiera notar de pronto un olvido, algo que demostrase la improvisación del almuerzo.
Tanto agradó al rey esta improvisacion, destello genuino del materialismo horaciano, que mandó traer dulces y colacion, copas y licor Sahbá, y que viniesen los músicos y cantores.
Palabra del Dia
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