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Conocida la instrucción, decía la pluma incorregible del Peregrino: «Este Rey está fuerte en no consentir á los franceses absentes gozar sus casas y bienes si á Antonio Pérez no le dan su mujer, hijos y hacienda. Quizá este mismo favor dañará, pero serán gloriosos daños. Del nuevo Rey de España quiero esperar que imitará á David, por no probar los azotes de su reino por pecados ajenos

¿Y qué hará con ellas? preguntó Cornelio . ¿Adornarse quizá la cabellera? No, señor Cornelio. Imitará con esas plumas dos aves del paraíso, que venderá luego a los chinos, a los malayos o a nuestros compatriotas. ¿Que imitará dos aves? Esa es la palabra, señor Cornelio contestó Horn, riéndose. No te comprendo. Me explicaré mejor.

Todo lo imitará: agua, fuego, réptil, tomará todas las formas; pero apretadle mas, redoblad sus ligaduras.

Y hacen tan admirablemente esas imitaciones que se hace muy difícil notar el engaño, y os aseguro que en muchos museos de zoología figuran palomas disfrazadas con el nombre de aves del paraíso. ¿Y los malayos lo saben? No ignoran que los papúes falsifican esos volátiles; pero no los pueden distinguir de los verdaderos. Entonces nuestro amigo, el papú, con esas plumas imitará dos aves.

Pues que imitara sus vicios». Para la Marquesa no había más que Luis XV y Regencia. Los muebles de su salón amarillo y la chimenea de su gabinete estaban copiados de una sala de Versalles, según aseguraban el tapicero y el arquitecto; pero el amor de la Marquesa a lo mullido y almohadillado había ido introduciendo grandes modificaciones en el salón Regencia.

Disponíanse a seguir este consejo, cuando vieron al papú esconderse de un salto en la yerba. ¿Qué ocurre?... ¿Llegan los arfakis? preguntó Cornelio, mirando en derredor suyo. No veo a nadie contestó el viejo. Pero en seguida se agachó bruscamente, haciendo señas a Cornelio de que le imitara, e indicándole, al mismo tiempo, que dirigiese la vista hacia lo alto de un árbol.

Cuando yo muera y mis vecinos, después de haber dejado en el campo de la muerte el puñado de polvo que reste de mi cuerpo No llores por ; lanza a los horizontes tus alegres sonidos de los días de fiesta. Quisiera que imitara tu voz de bronce el ruido alegre que produce al romperse la cadena del esclavo o el cerrojo de la cárcel cuando se abre para dar libertad al cautivo.