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Ahora que vas á Oviedo y tratarás con señorones de levita, instrúyete, hija, aprende lo que puedas, lee por todos los papeles que se te ofrezcan y si se tercia agarra también la pluma. Pero luego que estés bien aprendida no desprecies á los pobres ignorantes, porque buena desgracia tienen ellos. Además el orgullo no sienta bien á ningún cristiano.

El público de aquellos días no estaba formado de groseros ignorantes, sino en su mayoría de personas, cuya educación había carecido de los muchos medios de auxilio que poseemos ahora.

Leía por las tardes en el Ateneo las revistas extranjeras, para estar «al día» en los adelantos del pensamiento universal y reventar a ciertos camaradas ignorantes que, por haber publicado algunos versos en los periódicos, pretendían deslumbrar al pobre «inédito». Además, seguía adquiriendo libros, a pesar de su pobreza. No podía librarse de este hábito de sus tiempos de abundancia.

Y nótese bien, cuanto mayor es la necesidad tanto mayor es la fe: los muy ignorantes, los imbéciles, creen todo lo que se les dice; su guia está en los demás hombres y ellos la siguen á ciegas; el tierno niño que nada conoce por propio, cree con absoluto abandono las mayores extravagancias; la palabra de cuantos le rodean es para él un infalible criterio de verdad.

Es, pues, el caso, que como me estaba todo el día ocioso, y la ociosidad sea madre de los pensamientos, di en repasar por la memoria algunos latines que me quedaron en ella de muchos que cuando fuí con mis amos al estudio, con que, a mi parecer, me hallé algo más mejorado de entendimiento, y determiné, como si hablar supiera, aprovecharme dellos en las ocasiones que se me ofreciesen; pero en manera diferente de la que se suelen aprovechar algunos ignorantes.

Liñan hizo algunas y yo las vi: del Cid eran dos, una de la Cruz de Oviedo y otra que llamaban la Escolastica, de Brabonel tambien, y de un Conde de Castilla: no se que escribiere otras: De Lupercio hubo algunas tragedias, pienso que buenas, lo que permitió aquel siglo en que ni los ingenios eran tantos ni los ignorantes tan atrevidos....... Se entretuviera mucho V. E. viendo tanto representante con el luto en los estómagos que es cosa lastimosa.

Los argentinos, de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valer como nación; todos los demás pueblos americanos les echan en cara esta vanidad, y se muestran ofendidos de su presunción y arrogancia.

No pretendía conocer lo absoluto ni el origen de las cosas. ¿Pero es que las religiones las conocían tampoco? ¿Eran racionales las explicaciones de los que creían en una Providencia amparadora de la injusticia, y en un plan de creación ideado por unos hebreos nómadas é ignorantes? En cambio, el hombre conocía mejor, gracias á la ciencia, el mundo que le rodeaba.

Y como el clérigo renegado tenía una historia tan variadita y dramática, y sabía contarla con mucho aquél, adornándola con mentiras, D. Francisco se embelesaba oyéndole, y en todas las cuestiones de un orden elevado le tenía por oráculo. D. José era de los que con cuatro ideas y pocas más palabras se las componen para aparentar que saben lo que ignoran y deslumbrar á los ignorantes sin malicia.

Los literatos ignorantes, los que juzgan que basta escribir una novela agradable o un drama interesante sin preocuparse de los grandes intereses sociales y de los problemas científicos, son los que aún dominan. De ahí procede ese arte frívolo, inconsistente, sin enjundia que durante tantos siglos nos ha inmovilizado y con el cual es preciso acabar.