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Actualizado: 18 de junio de 2025
Lionel recitaba versos, estaba más enterado que Mina de las cosas literarias, y ella acabó por admirarle como un espíritu delicado, como un «alma romántica», capaz de llenar de poesía la existencia de una mujer. Además, era «El rey de las praderas», el atleta irresistible que ningún hombre podía domeñar. Una visita inesperada perturbó esta existencia idílica.
Y el terrible centauro se expresaba con una ternura idílica, con una firme virtud de sesenta y cinco años, insensibles ya á la tentación. Después de su escena con Karl, había aumentado el sueldo de éste, apelando como siempre á la generosidad para reparar sus violencias. Lo que no podía olvidar era lo de su nobleza, que le daba motivo para nuevas bromas.
«Cuarto, un cementerio gótico abandonado hasta por las ánimas en pena; un campo de asfodelos, y también de iris blancos y lises rojos que crecen en idílica Harmonía. Apuntadas estas preciosas indicaciones, Juanillo se quedó mirando a Aristarco, como preguntándole el modo de usarlas. ¿Haría una simple ensalada rusa con los «ingredientes»?...
En estos días trágicos en que el bárbaro esquilmo en esta tierra idílica alza su pabellón, en que nos hiere el fuerte, porque nacimos débiles y tiramos del carro del colonizador; danos el ritmo olímpico de tu música sacra y la dulce armonía de tu nueva canción, y ante el dolor, estóicos, el mundo cruzaremos del Ideal incólume volando siempre en pos.
Las calles de la Marina eran nauseabundas; un olor infecto se escapaba de las casas; en el arroyo zumbaban enjambres de insectos, saltando de los charcos al sonar los pasos de un transeúnte. El recuerdo de las colinas inmediatas a su torre, perfumadas de plantas silvestres y olor salitroso de mar, parecía sonreír en su memoria con una dulzura idílica.
Rumor subterráneo, en mitad de la idílica fiesta, sintió la colonia, y un viento de airada protesta pasó por las frentes su fuego de cálido tul. Plasmaste el anhelo en que espíritus libres se adunan, y entonces, al rojo fulgor del audaz Katipunan, puñales febriles lanzaron su reto al azul...
No habló como hubiera hablado una dama de nuestros salones, con ciertas pleguerías y atenuaciones en la expresión, sino con la desnudez idílica con que Cloe hablaba a Dafnis y con la humildad y el abandono completo con que se ofreció a Booz la nuera de Noemi. Pepita dijo: ¿Persiste Vd., pues, en su propósito? ¿Está usted seguro de su vocación? ¿No teme Vd. ser un mal clérigo? Sr.
Palabra del Dia
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