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Actualizado: 22 de junio de 2025


Vino luego el romanticismo y declaró romántico a Homero. Y yo no dudo que los más acérrimos naturalistas del día dejen de citar la Iliada, como dechado y modelo del más admirable naturalismo.

Desde las llanuras de Macedonia, desde los ricos valles de Tesalia, desde los montes Othrys, Findo, Bermio y Athos, se ve en el horizonte su triple cúpula y sus pendientes «de mil rugosidades», de las cuales habla Homero.

Esto viene en apoyo de mi tesis, en la cual no afirmo que en literatura no haya modas, sino que no debe haber modas en literatura y que los verdaderos literatos, cuando quieran escribir obras durables y no contentarse con un aplauso efímero, y cuando quieran emplear el verdadero arte exquisito y profundo, no descubierto recientemente en Rusia, sino conocido ya en Grecia, desde los tiempos de Homero, deben prescindir de la moda y dejarse llevar de la propia y natural inspiración de la que nace, sin buscarlo ni pretenderlo, cuanto hay de original, de peregrino y de nuevo.

Ni se alegue que toda aquella doctrina era antes propiedad de pocos eruditos, que estaba en latín o en otra lengua muerta, y que Dante la divulgó en lengua viva, creando casi la lengua o haciéndola apta para expresar tales conceptos: lo cual implica, sin duda, mérito extraordinario, pero no tan subido que con el mérito y valer de Homero podamos equipararle.

Y Homero terminaba su excursión revolucionaria cerrando para siempre el Teatro Real. ¡Viva la música! ¡Abajo la ópera! Los aristócratas que conversasen libremente en sus salones, sin el runrún enojoso de la orquesta; que lucieran sus joyas sin tomar el arte como alcahuete del lujo.

A pesar de cuanto me dice, yo encuentro otro medio mas sencillo, cual es el asistir á las escenas donde se me presenta en movimiento y vida lo que trato de conocer. Abro los escritores de aquellas épocas, que no son ni en tanto número, ni tan voluminosos, y allí encuentro retratos fieles que enseñan y deleitan. La Biblia y Homero nada me dejan que desear.

Aseméjase a la cuna de un niño que la aldeana haya colocado dentro del surco mientras trabaja, y al descorrer la cortina del sueño, no puede ver otra cosa entre las ondulaciones del surco que un estrecho pedazo de cielo. El jardín no puede compararse al primitivo que Homero describe al diseñar el cercado de las siete piedras del viejo Laeter.

¿Tiene Vd. conocimiento que haya existido en alguna época un hombre mas sábio que Homero, si hemos de juzgarle por sus obras?

Al parecer, don Jorge escuchaba con apacible fruición; pero se interesó especialmente por la suerte de As-quiles, como el Inocente persistía en denominar a Aquiles, el de los pies ligeros. De este modo, con poca comida, mucho Homero y el acordeón, transcurrió una semana que con paciencia soportaron los fugitivos.

El lector bosteza, pero ¿qué importa, si el crítico se extasía y se encara con la plebe ignorante que no sabe divertirse? Sin embargo, piensen estos señores lo que quieran, la exactitud no es la primera obligación del artista, sino la de hacer sentir la belleza. Homero no deja de ser el más grande poeta porque pensase que el río Océano rodeaba á la tierra.

Palabra del Dia

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