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Así, por la virtud del vano cristal, aquel hidalgo, desde su reseca y polvorosa Castilla, creíase transportado a la ciudad de las lagunas, donde pasara, bajo el negro o verde antifaz, horas inolvidables. Entre don Íñigo y don Alonso Blázquez Serrano formose pronto esa amistad ceñida y lisonjera que suele enlazar a los descontentos.

Sábese por todo el mundo, desde ha luengos años, quién Miguel de Cervantes era, y cuál su ingenio, que a revelar y enaltecer el suyo ha bastado el libro inmortal que se intitula El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, patrimonio de gloria el más rico y excelso que ha podido ni podría soñar la ambición de renombre de poetas y escritores.

Pues no repuso el otro soldado ; el hidalgo á quien después del lance llamaba señor el señor Francisco Montiño, es un hombre de provecho; no tiraba más que estocadas, lo vi bien, y se los llevaba delante que era una alegría verlo. Y él llamó su tío al señor Francisco; ¿qué será eso?

, con tal que no vuelvas a las andadas respondió con sencillez y firmeza Nucha. ¿Qué me harás si vuelvo? interrogó risueño el hidalgo campesino . Capaz eres de dejarme en el sitio de una manotada, chica. No por cierto.... No tengo yo fuerzas para tanto. Haré otra cosa. ¿Cuál?

Pasó adelante y vio que asimesmo estaban corrigiendo otro libro; y, preguntando su título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal vecino de Tordesillas.

Esta glosa es en todo perfectisima, i en nada camina fuera de aquellas estrechezas que ligan á los ingenios en este linaje de composiciones. Otra hizo Diego Beltran Hidalgo no menos escelente i conceptuosa, la cual dice así: =Testo.= O no mirar ó morir decis, pensamiento, amando: mas vale morir mirando que, no mirando, vivir. =Glosa.=

El hidalgo, al recibir aquel terrible mensaje, se abalanzó sobre Guiomar con la daga desnuda; pero, sintiéndose desvanecer, y creyendo que se moría, la maldijo el fruto que llevaba en el vientre. ¡Qué días los que siguieron!

Nosotros, como el Hidalgo Manchego, tenemos algo de soñadores; una ilusión nos vivifica.

La ubérrima tierra tornóse después en un lago de sangre firmada en el Pacto, y el bolo hizo estrago, fulgiendo en el puño broncíneo de añoso rencor. La suerte fué adversa a tu ardor eficaz de guerrero; no obstante, a tu genio encubría el vulgar prisionero, y hubiste merced del hidalgo oficial cazador.

Finalmente, él se recostó pensativo y pesaroso, así de la falta que Sancho le hacía como de la inreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otra color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolija estrecheza.