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Actualizado: 4 de julio de 2025
Extraña es también la completa y espantosa miseria hasta donde el autor conduce a su heroína, dotándola para ello de generosidad tan magnánima, que no puede menos de confundirse un poco con la simpleza hasta en el pensamiento de las personas más novelescas y despreciadoras de los intereses materiales.
Imaginábase que era una heroína que había abandonado a su opulenta y aristocrática familia para cuidar a los enfermos, aunque, en realidad, era una pobre huérfana sin parientes. Estaba seguro de que la cortejaban oficiales de la guardia imperial, y ella los rechazaba para consagrarse por entero a su deber penoso.
Trini, su heroína, se parece, no por imitación, sino por coincidencia, a la dama de Calderón, en la comedia titulada No hay cosa como callar; pero Trini es más noble, más amorosa, más real y más humana que la dama de Calderón. Mejor que ella, siente, piensa y se conduce Trini.
¡Pensar que este andrajo fué igual á la heroína de Homero en aquella tierra á medio civilizar, donde no abundan las mujeres!... ¿Qué dirían ahora los que tantas locuras hicieron por ella, si la viesen como yo la he visto?... Cuando llegó al hotel, Watson y su esposa acababan de volver de su paseo. Dos criados seguían á Celinda cargados con enormes paquetes: las adquisiciones de aquella tarde.
Puede bordar, pintar, hacer algo, en suma, que le valga dos o tres pesetas diarias. La mala suerte aprieta, pero no siempre ahoga. En La sima se nota demasiado el decidido empeño del autor de precipitar en ella a su heroína arrojándola en tamaña hondura que no le sea posible salir; que no le quede más recurso que la muerte o la infamia. Impulsada Ramona por la tétrica imaginación del Sr.
En suma, si la aventura que se murmuró por entonces en los bastidores de un teatrillo, y en la mesa redonda de la Alavesa, parece indigna de la prosopopeya tradicional en la mirandesca estirpe, cuando menos es justo consignar que la heroína era la más divertida, sandunguera y comprometedora zapaquilda de cuantas mayaban desafinada y gatunamente en los escenarios de París.
Consistía este experimento en abrir por medio del fuego un boquete en la madera. Doña Feliciana saltó con presteza del lecho, y de una esquina del cuarto tomó una asta o varilla de palo a cuyo extremo adaptó un puntiagudo rejoncillo de hierro. Era ésta el arma con que acostumbraban salir al campo todos los hacendados. Así prevenida, nuestra heroína se colocó en acecho tras la puerta.
En el gabinete próximo a la sala estaba casi constantemente la heroína de esta historia. A la izquierda de la chimenea tenía su armario de luna, mueble chapeado y de gran apariencia en los primeros días de uso, pero que pronto empezó a perder su brillo y a desvencijarse, manifestando su origen, como nacido en talleres de pacotilla y vendido en un bazar por poco dinero.
Y otra vez fija su mirada en aquel delicioso océano en miniatura, y entonces penetra mejor la Naturaleza, madre fecunda, pero tan severa, que parece encontrar un áspero gozo en devorarse á sí misma. Nuestra heroína permaneció sumida en éxtasis, oprimido el corazón por aquella idea.
Echada la sonda en la imaginación y en el corazón de nuestra heroína, y conociendo, como ya conocemos, la índole y la profundidad de su fantasía y de sus creencias, se ha simplificado mucho la tarea de estudiarla, y podemos proceder á analizar sus costumbres rápida y objetivamente. Principiemos por desenvolver este La Granadina es la señora de su casa.
Palabra del Dia
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