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Actualizado: 12 de junio de 2025


Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que, entre la gente que estaba en la venta, se hallasen cuatro perailes de Segovia, tres agujeros del Potro de Córdoba y dos vecinos de la Heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y juguetona, los cuales, casi como instigados y movidos de un mesmo espíritu, se llegaron a Sancho, y, apeándole del asno, uno dellos entró por la manta de la cama del huésped, y, echándole en ella, alzaron los ojos y vieron que el techo era algo más bajo de lo que habían menester para su obra, y determinaron salirse al corral, que tenía por límite el cielo.

Al pronunciar la palabra guardarlas, el cacique se daba una puñada en el pecho, cuya concavidad retumbó sordamente, lo mismo que debía retumbar la de san Jerónimo cuando el santo la hería con el famoso pedrusco.

Volviendo la vista atrás, después de caminar un trecho, se señoreaba la hermosa villa que la luz matinal hería de soslayo, haciendo brillar aquí y allá alguna blanca fachada. Detrás, la vasta llanura del mar, que con los rayos oblicuos del sol naciente, ofrecía un color blanco lechoso.

En medio de la plaza distinguimos una gran columna que remata en un globo, sobre el cual asienta sus piés una figura. De cuando en cuando, un reflejo salia de la columna y nos heria confusamente, pareciéndonos descubrir como letras doradas. Así era, en efecto, segun nos informaron varios transeuntes.

Había allí dos criminales apasionados, y ningún testigo de la ignominia; cada cual veía su venganza, no el crimen del otro ni la vergüenza del pacto. Cuando Petra salió de casa del Magistral, este sintió dentro de un hombre nuevo; el hombre que hería de muerte por venganza, el criminal, el ciego por la pasión, «el asesino, , el asesino; la otra era su instrumento, el asesino él.

Estaba muy ensimismado; de vez en cuando hería el suelo con el pie, ocultando la cabeza entre las manos sin decir palabra. Coletilla, desde la puerta, esperó una mirada del Deseado; no la consiguió, y fuése, sintiendo, al par de su concentrada rabia, dolorosa impresión de agravios y desconsuelo que le ponía en el corazón un dolor inaudito. #Virgo potens#.

La ausencia de estos dos últimos hería, más que ninguna otra, el amor propio de Currita, porque eran él y ella de esos pájaros que se retiran a tiempo del árbol que pierde su sombra y tienden el vuelo hacia el que comienza a verdear.

Desenfadada, tenía movimientos bruscos, salidas de tono violentas; era bromista de mal gusto, y necia, por consiguiente, y si se creía molestada, lanzaba la saeta de su sátira, sin cuidarse dónde hería, ni a quién hería.

4 Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte, y al mediodía, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su mano; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.

Era inofensivo lo que decía; pero, desde muchos días antes, era tan extraordinaria la irritabilidad de mis nervios que cualquier cosa me hería y me causaba inmotivado sufrimiento. Estaba sentado junto a Magdalena por razón de una costumbre adquirida sin que la voluntad de ninguno de los dos hubiese dado margen a ella por ningún concepto.

Palabra del Dia

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