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Actualizado: 13 de mayo de 2025


ABIND. ¡Que he llegado A tus manos, Alcaide! NARV. Tente espera. ABIND. Ya no me quejo del rigor del hado, Puesto que ha sido en ocasión tan fiera. Huelgo de ver, Alcaide, tu presencia, Aunque me cuesta cara la experiencia. No me ha agraviado mi fortuna en nada, Y pues debo estimarme por tu hacienda, No es bien que esta flaqueza afeminada De cosa tuya sin razón se entienda.

Terrible es el dolor que se previene Con acabar la vida en fin violento, Y mas el mio, pues al hado plugo Que yo sea de vosotros cruel verdugo.

Contra esto nada puedes ; nada pueden tus iguales. Hay, a pesar de todo, en la efusión de las potencias del alma, algo de corporal que está sujeto al hado. Esto es lo que he perdido en Asclepigenia. La fatalidad me lo roba. El libre albedrío de ella no ha sido bastante brioso para defenderlo con heroicidad.

Ansi se haga, y no nos detengamos, Que ya á morir me incita el triste hado. Madre, porqué llorais? adónde vamos? Teneos, que andar no puedo de cansado, Mejor será, mi madre, que comamos, Que la hambre me tiene fatigado. Ven en mis brazos, hijo de mi vida, Do te daré la muerte por comida.

Do estás, Silvia hermosa? qué distino, Qué fuerza insana de inplacable hado El curso de aquel prospero camino Tan sin causa y razon nos ha cortado? O estrella! ó suerte! ó fortuna! ó signo! Si alguno de vosotros ha causado Tamaña perdicion, desde aqui digo Que mil cuentos de veces os maldigo. Yo morire por lo que al alma toca, Antes de hacer lo que mi ama quiere.

Era que salíamos ya de la Ciudad Nueva para entrar en los barrios del duque Miguel, y aquella precaución del General me indicó con más claridad aún de lo que hubieran podido hacerlo las palabras, cuál era el estado de la opinión en aquella parte de la ciudad. Pero ya que el hado me había convertido en Rey, lo menos que podía yo hacer era representar dignamente, mi papel.

Fortuna, por hablar de esta manera, O hado, bien tomándolo sin dolo, Favorece

Tenía razón el buen marqués, creyendo que «a los hombres públicos los forman las circunstancias, el hado, un momento de la vida». Lo malo para él fue que ese momento no le llegó hasta la hora de su muerte.

Siempre que recuerdo o pronuncio su nombre, la sangre circula más rápida por mis venas y cierro maquinalmente los puños; entonces también me parece oír con más claridad aquella voz del hado, que a manera de presentimiento me anuncia futuros encuentros con Ruperto.

Caprichos, veleidades de la fortuna, del «hado» quizás..., porque el marqués estaba persuadido de que a los «hombres públicos» los forman las circunstancias, un momento de la vida, un «choque fortuito», de la piedra contra el acero, que hacía brotar la luz de repente. Así entendía el «hado» el buen marqués.

Palabra del Dia

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