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Actualizado: 11 de mayo de 2025


¿En dónde lo trincasteis? insistió el señor con más interés que nunca, dando dos cuartos al raquero. Pos en esa freata que están aforrando en el paredón contestó Cafetera con la mayor sencillez, guardándose los cuartos en el faldón de la camisa y escupiendo por el colmillo.

Y añadiéndole ridículos pormenores, contó la escena del confesonario en la iglesia del Carmen, guardándose muy bien de decir el verdadero motivo de su entrada en el templo: según él, habíale sido imposible el tránsito por la calle del Carmen, y atravesó por la iglesia para salir a la de la Montera.

Hallóse don Quijote a pie, su caballo sin freno, su lanza arrimada a un árbol, y, finalmente, sin defensa alguna; y así, tuvo por bien de cruzar las manos e inclinar la cabeza, guardándose para mejor sazón y coyuntura.

Algunos años pasó en Vetusta sin modificar estas ideas, aunque guardándose de publicarlas; pero poco a poco entre su hija y el Magistral le fueron convenciendo de que la religión era un freno para el socialismo y una señal infalible de buen tono.

No conocían al señor José, pero gritaban roncas de emoción: Ahí va la honra del mundo; un trabajador bueno; un hombre de blusa. ¡Pobrecillo! ¡Y los que le han matado, guardándose los duros, comiéndose las buenas tajás!... La cabeza del cortejo chocó con el obstáculo de la policía. Un capitán habló a los manifestantes.

No dormía, sin embargo, todo el mundo en la casa; a las once y media abrióse con gran sigilo la puertecilla del jardín pegada por dentro al invernadero, y salió a la calle cautelosamente un bulto negro, que cerró por fuera y se alejó rápidamente, guardándose la llave.

De vez en cuando, dando largos rodeos, que la hacían reír, Miguel sacaba la conversación de Pasajes y de Maximina, contándole por centésima vez todos los episodios de sus inocentes amores. Ella le escuchaba atenta, le animaba a seguir, pero guardándose de hacerle pregunta alguna acerca de sus designios.

Blas Nasarre llama á Lope de Vega el primer corruptor del teatro: se propuso desterrar de sus composiciones, según dice, toda verosimilitud, toda regularidad y toda decencia; sus criados hablan como cortesanos, los príncipes como rufianes, las damas de calidad como mujeres vulgares; sus obras son abortos de una imaginación extraviada, y de la arbitrariedad y del capricho, no guardándose en ellas la unidad del lugar, ni la del tiempo, ni la de acción, los primeros requisitos esenciales de todo buen drama.

Palabra del Dia

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