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Lo más interesante para nosotros es que junto a estos nombres extranjeros comienzan luego a sonar apellidos españoles como Juan de Segovia, Gumiel, Zamora, Gallegos, Aponte, Berruguete, lo cual demuestra que simultáneamente a la producción de los venidos de tierra extraña, comenzaban a desarrollarse y brillar las facultades de los que aquí les tomaron por maestros.

Figúrate que esas gentes quieren que me confiese; bueno, me confesaré contigo; oirás singulares revelaciones; pero, no, tendrías miedo... El hombre del chaleco rojo palideció. El fraile, que se había callado hasta entonces, se levantó, salió un momento y luego entró acompañado de dos vigorosos gallegos cargados con cuerdas.

Sólo te quiero decir que, envidioso el cielo de tanto bien como la ventura me había puesto en las manos, o quizá, y esto es lo más cierto, que, como tengo dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos coloquios, sin que yo la viese ni supiese por dónde venía, vino una mano pegada a algún brazo de algún descomunal gigante y asentóme una puñada en las quijadas, tal, que las tengo todas bañadas en sangre; y después me molió de tal suerte que estoy peor que ayer cuando los gallegos, que, por demasías de Rocinante, nos hicieron el agravio que sabes.

Quédese esto para algunos catalanes, vascongados y gallegos, y también para algunos de nuestros hermanos de América que andan buscando lengua en que hablar y en que escribir, inventada o resucitada, con tamaña amplitud y capacidad tan elástica, que quepan holgadamente en ella los altos pensamientos, las invenciones peregrinas y las profundas o sutiles ideas que en el burdo y pobre castellano no caben.

Se encuentran allí, a poca distancia unos de otros, palacios egipcios, árabes, asirios, babilónicos, gallegos y catalanes. Por regla general están rodeados de jardines que la naturaleza, secundada eficazmente por las mangas de riego, ha poblado de flores y verdor. He pasado muchas veces por allí y jamás he visto a nadie disfrutando de su amenidad, salvo los pájaros.

Entiéndase de la época de Fernando VII. Dos de estas recordamos, la de la puerta de Sevilla, y otra que se halla entre la puerta de Almodovar y la de Gallegos, frente al convento que fué de la Victoria.

Usted conteste y no sea como los gallegos, que cuando se les hace una pregunta hacen otra. Puesto que está usted de derribo, ¿tiene cascote, o no? que lo tengo... y pedernal magnífico. A sesenta reales el carro, todo lo que usted quiera. El cascote a ocho reales... ¡Ah, tonto de ! Ya de qué se trata.

Hay más aún: esa lengua galaico-portuguesa, tal vez no fué escrita sólo por portugueses y gallegos, sino también por trovadores de toda España, que la consideraban como lengua elegante y más propia que el castellano para la poesía lírica y de la corte.

Salió en la lancha el piloto Varela á reconocer una entrada, que reconocieron á la banda del norte, creyendo seria la boca del rio de Santa Cruz; pues habiendo registrado toda la tierra, que media entre la tierra rasa y el rio Gallegos, no le habian hallado. Dentro de hora y media volvió al navio, por no poder romper con la corriente de la marea que bajaba.

¿Qué hago yo aquí? se dijo . No parece sino que uno de estos gallegos me va a prestar cinco mil reales por mi cara bonita . Los barrenderos levantaban nubes de polvo que un sol anaranjado teñía del mismo color de la niebla que se arrastraba sobre los tejados. Pues lo que es uno de estos señores de escoba tampoco creo yo que me lo que necesito. ¿Qué hago yo aquí?