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En las cuatro veladas que siguieron a la ya consignada, el que obtuvo mejor acogida fue, sin duda, Amaury, a pesar de la inteligencia y habilidad con que Raúl desplegó las galas de su ingenio para hacerse agradable.

Leocadia ponía empeño en acompañarla y, a pesar de la pobreza de sus galas, se acicalaba mucho; mas siendo tal afición antigua en ella, no autorizaba otra sospecha.

Imagínatela como un hermoso jardín. ¿Dejará de ser suyo y perderá el jardín su lozanía y sus primores porque un forastero de buen gusto y sigiloso entre en él por algunos momentos o de cuando en cuando y goce de sus flores, de su verdura y de sus galas? Señor don Andrés, el jardín de que aquí se trata no tiene verduras ni flores sino para su amo.

Es Tucumán un país tropical, en donde la Naturaleza ha hecho ostentación de sus más pomposas galas; es el edén de América, sin rival en toda la redondez de la tierra.

El alma del poeta filipino Se detiene en la aurora del camino Y llama con sus alas a tu puerta ¡Es la hora en que el amor abre sus galas Si has oido los golpes de mis alas, Señora de mis cánticos, despierta!

Es cierto que contienen muchos rasgos brillantes, y que su versificación, por su riqueza y por sus galas, rivaliza con la de Calderón y la de Lope; pero no los trabaja y lima como debiera, ni los ofrece, permítaseme la expresión, como fruto sazonado, y hasta tal punto, que este autor no ha logrado todavía, al parecer, formarse un sistema y carácter propios.

Dejé las galas que seglar vestía; Ordenéme, Amarilis, que importaba El ordenarme á la desorden mía

Ramiro volvió el rostro y su asombro fue inmenso al ver cruzar la calle a su antiguo paje vestido con galas de soldado. Pablillos llegaba apenas de Flandes. En una escaramuza, cerca de Groninga, dos compañías de escopeteros españoles, sorprendidas por una carga del enemigo, volvieron la espalda para salvarse. Sólo Pablillos permaneció en su puesto sin hacer el menor ademán.

Por orgullo había desdeñado la riqueza, las galas, los deleites y los triunfos que a pesar de la impureza de su origen, hubiera ella podido lograr en el mundo. Sin embargo, yo cavilo mucho y de vez en cuando hago suposiciones y consideraciones que rebajan el mérito de Lucía y con las cuales también me culpo y miro mi desgracia como natural resultado de mi imprudente necedad.

Aquella mujer, autoritaria y algo descortés con los iguales e inferiores, se volvía tímida en presencia de su ídolo, que era también su maestro. Los regalitos de Agustín Caballero y la cesión de todas las galas que había comprado para su boda, despertaron en Rosalía aquella pasión del vestir.