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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Volviendo á Luisa, Madama Fonteral vino á enterarnos de lo ocurrido, y el alborozo ahogaba su voz. La buena mujer no sabia por dónde empezar, y exclamaba-muy á menudo: ¡estoy loca, estoy loca! Por fin, nos participó la noticia, y mi mujer y yo sentimos lo que sentiriamos, cuando encontráramos á una hermana que se nos hubiera perdido.
Mañana volverémos á la misma plaza de donde venimos; á la Plaza de la Concordia, y diré á mis lectores varios secretos de la revuelta historia de Paris. =Dia trigésimo segundo=. Visita. El Brigadier Rotalde. El Panteon. Café cantante de los Campos Elíseos. Tertulia. Una madre como hay muchas. Curiosidades. Madama Fonteral viene á vernos antes de las ocho de la mañana.
Así que nos vió, entró en el portal de nuestra fonda, y subimos juntos. ¿Qué hay, mi buena señora Fonteral? la pregunté. Tome usted dos notas. En esta va el nombre del padre del estudiante, y el pueblo de Rodhese, en donde vive. En esta otra hallará usted el nombre y apellido de una hermana de Luisa; casada en la misma ciudad en que está su familia, y á quien sus padres aman en extremo.
Dígala usted que el arrepentimiento y el dolor hacen con las heridas de nuestra alma, lo que el bálsamo con las heridas de nuestro cuerpo. Madama Fonteral, moviendo afirmativamente la cabeza en señal de contento y de aprobacion, echó á escape, mientras que yo me volvia á mi cuarto. Cuando llegué, Luisa no estaba en el balcón, y mi mujer me dijo que temía una desgracia.
No tengais cuidado, añadió vivamente frotándose las manos, y como anticipándose á mis intenciones; yo hablaré con mi vecina la dueña del hotel, y todo lo sabrémos. Agradecí lo mejor que supe su benévola oferta á la buena madama Fonteral, y emprendimos nuestro camino hácia el restaurant que nos acomodara.
Palabra del Dia
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