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Actualizado: 25 de mayo de 2025


El santo príncipe D. Fernando, infante de Portugal, murió en Fez, cautivo entre los moros, el 5 de junio del año del Señor 1443. Infimæ servituti Sanctus adjudicatur. Regium equile mundare cogitur. Opus facit in hortis regiis. De lytro frustra agitur cum Mauro. Cœlesti visu ad mortem confirmatur Sanctus. Pie moritur Sanctus Infans. Sanctum corpus exenteratur. De muro urbis corpus suspenditur.

Y siguiendo con la imaginación la fuga sin término de los primeros valencianos que dejaban olvidada y perdida una civilización cuyos últimos vestigios resucitan hoy en las universidades de Fez, Rafael sentía el mismo disgusto que si se tratara de una desgracia de su familia o su partido. Mientras en aquella soledad evocaba las cosas muertas, la vida le rodeaba con su agitación.

La gran vía romana entre Roma y Bizancio, antiguo camino de losas azules, pasaba por una calle de la moderna Salónica. Aún guardaba una parte de su pavimento y aparecía obstruída gloriosamente por un arco de triunfo, junto á cuya base de piedra carcomida trabajaban los limpiabotas, descalzos y con un fez en la cabeza.

En La niña de Gómez Arias se ha aprovechado mucho de la del mismo nombre de Guevara; en El gran príncipe de Fez encontramos reminiscencias de la de título idéntico de Lope; el auto de Calderón de Psiquis y Cupido, ofrece muchas analogías con el del mismo título de Valdivielso, advirtiendo que, á los ejemplos aducidos, podríamos añadir otros muchos, no haciéndolo, porque bastan los expuestos para probar en general la verdad de nuestra afirmación.

Justamente, el impulso de la variación intelectual introducida por Mahoma, sacó a los árabes de las supersticiones del tiempo de Abraham, en las que estaban enquistados, y los llevó aún más arriba que los mismos cristianos que, en cierta época, tenían que ir a las universidades de Córdoba, Fez y Bagdad, para aprender lo que todavía se ignoraba en las suyas.

Cuando llega un ejército portugués ante los muros de Fez para libertarlo, ha dejado ya triunfante todos los vínculos terrenales. Se han borrado los límites de lo finito, pero permanece inmutable lo eterno. Fernando, ya lleno de gloria, abandona su sepulcro, se aparece á los soldados de la Cruz con una antorcha en la mano, y los guía á la victoria.

Allí estuvieron hasta ver el recibimiento i acogida que habian tenido sus hermanos los que caminaron á Fez; porque era voz i fama pública que habian sido robados i maltratados por los piratas en el mar i por los árabes campesinos en el Africa.

Ello es que el Sultán Alamar quería casar al príncipe su hijo con una infanta de Fez para afirmar con tal alianza el imperio muslímico en España, y poder, con la ayuda de las cabilas africanas, rechazar a los cristianos, que a más andar le venían invadiendo y ocupando su territorio, como las olas incesantes de un mar ambicioso e insaciable.

Unas fueron a Marruecos y poblaron un gran barrio de la ciudad de Fez. Otras emigraron más lejos y se establecieron en Egipto. Abu Hafáz, entre tanto, con sus naves, y con los más valerosos entre los forajidos, se hizo pirata. Aquí entraba en mi plan una serie de aventuras y de incursiones en la Provenza, en Cerdeña, en las costas de Calabria y en otras comarcas.

Me puse en «facha». Castro Pérez se caló una gorra de terciopelo verde bordada de oro, a manera de fez, con una gran borla que colgaba hacia atrás y se balanceaba como un péndulo. Mi hombre se compuso las gafas, y con las manos atrás, ocultas bajo los faldones de la pringosa levita, principió a pasearse, mientras yo, con el papel delante y lista la pluma, me disponía a escribir.

Palabra del Dia

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