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Actualizado: 1 de julio de 2025
La santurrona les está embaucando con las fantasmagorías del asilo que va a edificar... Cuidado, mucho cuidado con los timos. Antes de que ponga la primera piedra, nos llevará a todos a San Bernardino. Cállate, que ya saben todos lo avariento que eres. Si no te pido nada, roñoso, cicatero.
Cuando los caballos destripados soltaban su sangre sobre ella como un cántaro que se desfonda de golpe, Gallardo pensaba en los colores de la bandera nacional, los mismos que ondeaban en el tejado del circo. Las plazas, con sus diversas arquitecturas, también influían en la imaginación del torero, agitada por las fantasmagorías de la inquietud.
Para atenuar las horas tristes, sacaban fuerzas de flaqueza, alegrando con afectadas fantasmagorías los ratos de la noche, cuando se veían libres de acreedores molestos y de reclamaciones enfadosas. Fue preciso hacer nuevas mudanzas, buscando la baratura, y del Olmo pasaron al Saúco, y del Saúco al Almendro.
No se contenta el Sr. Gener con que sea todo espíritu, como quiere Berkeley; ni con que sea todo materia, como quieren Büchner y Moloschot; ni con la substancia única de Spinosa; ni con que el tiempo, el espacio y la inmensa cantidad de cosas que coexisten en el espacio y que se suceden en el tiempo, sean más que formas de nuestro sentir y de nuestro entender, fantasmagorías sujetivas que no se sabe hasta qué punto concuerdan o no con la realidad que las produce.
Ahora, usted que ha hecho el mal con sus exhortaciones, ponga con sus consejos el remedio, entendiendo que si en el plazo de dos meses no se le quitan a mi hija de la cabeza esas fantasmagorías, le mato a usted como a lobo sorprendido en redil. Las consecuencias no me asustan. Perdida mi hija, lo mismo me da morir de un modo que de otro. Dos meses de plazo. ¡Usted sólo ha de hablar con ella!
Y aquel saber presuntuoso, aquellos conatos de pueril elocuencia, aquella vanidad prematura de grande hombre, eran quizás tan sólo fenómenos nacidos de esa serie de fantasmagorías que acompaña siempre á la juventud hasta dejarla á las puertas de la virilidad. Después de pensar estas cosas, se fijó en su conversación. Estaba preso.
Aún persistían en él ilusiones juveniles, con sus delicadezas y entusiasmos, con sus melancolías, sus arrebatos e impaciencias. El cuerpo principiaba a envejecer antes que el alma, porque esta retardaba su extenuación con fantasmagorías y esfuerzos de iluminismo, de que nacían, aunque por modo artificioso, afectos parecidos a la ternura.
En 1818, después de la guerra europea, reemprendióse esa guerra contra la Naturaleza, la investigación del gran paso, iniciándose con un grave y extraño acontecimiento. El intrépido capitán John Ross, mandado con dos buques á la bahía de Baffin, fué víctima de las fantasmagorías de ese mundo misterioso.
»Su Oliverio no me desagrada, me inquieta. Es evidente que ese mozo precoz, positivo, elegante, resuelto, puede equivocar el camino y pasar junto a la dicha sin sospecharlo. También él ha de tener sus fantasmagorías y se creará imposibilidades. ¡Qué locura!
Era ya una bestia apocalíptica, un monstruo de la noche que al arquearse llegaba a las estrellas. El ladrido de un perro y voces de personas disolvieron estas fantasmagorías de la soledad. De la sombra surgieron luces. ¡Don Chaume!¡Don Chaume!... ¿De quién era esta voz femenil? ¿Dónde la había oído?... Vio bultos negros que se movían, que se inclinaban, llevando en las manos estrellas rojas.
Palabra del Dia
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