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Esto me lo dijo aparte después de darme, delante de Facia y de Mari Pepa, el plan de campaña hasta el día siguiente, sin perjuicio de volver él a última hora, por lo que pudiera ocurrir.

¡Anda, morena! ¿Y la madre? ¡Ahora que panojó! ¡Y la tien él en casa! ¿Quién, hombre de Dios? Usté. ¿Yo? Usté mesmu... ¿Pa qué demontres quier los ojus de la cara, si no es pa ver lo que está delanti de eyus? Acaba de decirlo con mil demonios que te lleven: ¿quién es la madre de Tona? Pos Facia. ¡Facia! exclamé lleno de asombro . Pero ¿Facia es casada?

Lo que aquí se necesita ahora para disciplinarle un poco, es organizar la asistencia modificando al propio tiempo la vida de este hogar. Usted no puede acomodarse a ciertas faenas, impropias de sus hábitos y hasta de su naturaleza; Facia es la estampa de la melancolía, y su hija Tona incapaz de suplir con la más cariñosa de las solicitudes, la habilidad y el pulimento que le faltan.

Es decir, que sólo habían durado la «escampa» y el sosiego lo estrictamente necesario para que fuera Dios a la casona desde la iglesia, y volviera a la iglesia desde la casona; milagro patente en opinión de Facia, y no puesto en duda por los que departían con ella sobre el caso.

En la fuente y al anochecer, las entrevistas; y en cada entrevista, un «donativo» de Facia y nuevas baladronadas del tunante sobre el sacrificio que hacía por el bien y el sosiego de su «familia», viviendo sin hogar y a salto de mata.

No quería darse a ver por entonces en el pueblo; pero vivía en otro no muy lejanu y podíamos entendernos él y yo muy a menudo si el caso lo pedía. Hasta aquí fue lo dulce de la entrevista, según el relato de Facia. Para la pintura de lo amargo de ella y mucho de lo sucedido después, ya no tuvo la infeliz relatora ni colores ni arte ni fuerzas.

Y sin llegar a conseguirlo, por más señas... Vamos a ver, Facia: ahora que está usted un poco más tranquila, ¿por qué no me lo cuenta? ¿Por qué está llevando usted sola tan pesada carga?... porque yo creo que ni siquiera Tona tiene la menor noticia de ella...

Sabiendo que me juego la vida en el trance, figúrate lo que se me importará de la tuya si hay que ponerla en pleito porque se te haya ido un poco la lengua en todo el día, y por razón de ello no encontramos la casa por la noche en el sosiego y la tranquilidad que siempre tuvo a tales horasDicho todo esto con un cinismo feroz, marchóse, dejando a Facia más muerta que viva.

No lo fueron ni tanto siquiera, para mi gusto, las pocas que salieron a relucir después, mientras la mocetona rubia, y Facia, la mujer gris, que entraba y salía a menudo, daban los últimos toques a los condumios arrimados al fuego.

Negábase el Cura a ello de todas veras; pero a fuerza de insistir mi tío y de empeñarme yo también, aceptó al cabo. ¿Lo has oído, Tona?... Pues llévale el cuento a Facia para que ponga dos platos más en la mesa, y añade lo que falte, si es que falta algo en la cocina.