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Actualizado: 12 de julio de 2025
Llamábase D. Leandro; era de estatura baja y bajo también de color, con grandes ojos negros y dulces que pedían misericordia; andaba siempre vestido de negro y cuidadosamente rasurado, como convenía a su estado semisacerdotal; poco le faltaba para gastar corona.
Era alta, muy alta, tal vez tenía su misma estatura, pero amortiguada por curvas que delataban la robustez unida a la elegancia. El pecho opulento y firme y sobre él una cabeza que causó honda impresión en Rafael.
Se puede decir, señores, que el cielo le ha dotado de sus más preciosos dones, la estatura, el andar, la expresión... ¡Oh! la expresión... Pero juzguen ustedes mismos. Entregó el retrato á Tragomer, que le cogió con verdadera ansiedad. Vaciló antes de mirarle; una ojeada iba á decidirlo todo.
Que con ello veréis, que uno no puede refrenar siempre un movimiento primo. Tal vez, pero se debe tratar de reprimirlo siempre, y sobre todo, hacerme caso. A pesar de tu poca edad y tu corta estatura, tienes el aspecto de una mujer; trata pues de tener la dignidad, que te corresponde. ¡La dignidad! exclamé, y ¿para qué? ¿Cómo para qué?
Uno llegó muy presuroso, y preguntó: "¿Qué hay? ¿Ocurre algo?" Era el recién venido uno de esos individuos de edad indefinible, de esos que parecen viejos ó jóvenes, según la fuerza de la luz ó la expresión que dan al semblante. Su estatura era pequeña, y tenía la cabeza casi inmediatamente adherida al tronco, sin más cuello que el necesario para no ser enteramente jorobado.
Al obscurecer llamaba a la puerta el encargado de la cobranza, un hombre alto, enjuto y moreno, al que el exceso de estatura hacía caminar arqueando la espalda. Era de la policía. El que administraba las casas de las Cambroneras teníalo allí como cobrador y guardián del orden, por su carácter de agente de la autoridad.
2 y he aquí un varón llamado Zaqueo, el cual era el principal de los publicanos, y era rico; 3 Y procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. 4 Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
El simpático doctor, sentado enfrente del conde, formaba con él un contraste singular. El señor Le Bris era lo que se llama un muchacho guapo. Quizá le faltaban un centímetro o dos para llegar a una estatura regular, pero era bien proporcionado. No tenía cara de tonto ni mucho menos, pero no sé si su nariz era del todo correcta.
El jorobado marchaba detrás, satisfecho de no pasar por la humillación de que su hija le tapase, pues a causa de la gran diferencia de estatura así sucedía siempre. Caminaron unos instantes en silencio, escuchando el estruendo lejano del mar que batía contra las peñas y el leve rumor de la lluvia sobre el paraguas.
Ocupaba uno de los sillones del estrado un personaje de elevada estatura y formas bien proporcionadas, pálido el rostro y cuya mirada algo dura daba al semblante expresión un tanto amenazadora. Era éste Don Pedro de Castilla.
Palabra del Dia
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