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Actualizado: 13 de junio de 2025


Veía al pequeñín cuando lo colocaba su padre sobre la dura espina del animal, golpeando con sus piececitos los lustrosos flancos y gritando «¡arre! ¡arrecon infantil balbuceo.

Todo ello servía para multiplicar los trabajos de Reyes, su responsabilidad y alarde de paciencia. Aquella resignación de su marido llegó a ser tan extremada, que a Emma acabó por parecerle cosa sobrenatural y diole mala espina.

Lo mismo se gana el cielo dentro que fuera del convento. ¡La pobrecilla lo ha sentido mucho! Tanta compasión dio mala espina a Miguel. Doña Rosalía al cabo le dejó solo. Aquella noche no era fácil ver a la generala. Su casa se hallaba del otro lado de la bahía, y a tal hora costaría trabajo dar con ella.

Se encargó de sacarle aquella espina del corazón con otra mayor. Tres días después de la visita á D. César recibió carta de su cuñada Beatriz en que le noticiaba que su hija María había sufrido un vómito de sangre. El médico no le había concedido gran importancia, pero había manifestado que urgía llevarla á Panticosa á tomar sus aguas salutíferas. Esperaban por él para acompañarla.

Felices esos seres, que nunca conocieron La punzadora espina que labra el corazon, Y el inocente labio jamas humedecieron En la dorada copa que mana corrupcion. Felices esos seres, que nunca calentaron Las engañosas manos de la amistad infiel, Que nunca las miserias del mundo presenciaron Ni el dictamo sagrado vieron trocarse en hiel.

Fué entonces cuando , adelantándose, la poderosa figura del Director General; inmediatamente me hallé con el dorso curvado y el sombrero cumplimentador en la mano. Era el hábito de dependencia; mis millones no me habían dado aún la verticalidad de la espina dorsal. En casa desparramé el oro sobre el lecho y me revolqué en él mucho tiempo, gruñendo sordamente.

-Sancho respondió: -Yo, señor Sansón, no estoy ahora para ponerme en cuentas ni cuentos; que me ha tomado un desmayo de estómago, que si no le reparo con dos tragos de lo añejo, me pondrá en la espina de Santa Lucía.

Con la mano izquierda vuelve un pié, y con la derecha pretende sacarse una espina. Los tres compañeros nos clavamos delante de aquel mendigo, y no sabiamos cómo desasirnos de sus miradas. ¡Qué pintura más grande!

Al pensar esto, un sudor frío le subió por la espina dorsal.... Recordó, en síntesis de dos o tres frases, el diálogo que aquella misma noche había sorprendido: el de Nepomuceno con Marta. ¡Oh! ¿Sería sino de los Reyes? ¡Nacía uno más... y... nacía en la ruina! ¡Estaban arruinados, o iban a estarlo muy pronto; eso había dicho el tío, que sabía a qué atenerse!

Sus orejas, blanquecinas y despegadas del cráneo, transparentaban la luz. Habiendo tomado aliento, habló con cierto reposo. ¡Paciencia y prudencia! Tengo cuanta cabe en una mujer. Aquí no viene al caso disimular: ya sabe usted cuándo empezó a clavárseme la espina; desde aquel día me propuse averiguar la verdad, y no me costó... gran trabajo.

Palabra del Dia

rigoleto

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