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Actualizado: 7 de mayo de 2025
El calorcillo que aún sentía en la mejilla atestiguaba de este señorío y de su vasallaje. ¡Toda la vida, toda la vida su esclava!... Velázquez, al cabo de un rato, se asomó á la puerta del cuarto, diciendo con tono rudo: Ea, niña, basta de lloriqueo, que la tienda está sola.
Su egoísmo, su corrupción moral se revelaban en seguida. Era un entretenido, capaz únicamente de explotar a las mujeres. Pero fue una alucinación que la cegó, que la hizo sentir en los primeros días la dulce turbación, el voluptuoso abandono de un amor verdadero. Fue la esclava del arruinado tenor, voluntariamente, como lo había sido por miedo del maestro.
A mis preguntas Hervieu ha respondido con un ambagioso alzamiento de hombros; probablemente ni él mismo lo sabe: al principio imaginó novelas, y escribió novelas; luego quiso escribir para el teatro, y nada le impidió llevar adelante su propósito; en los caracteres ordenados y tenaces como el suyo, la inspiración es siempre esclava dócil de la voluntad.
El carbón, ese dios modesto, pero útil, ha reemplazado las alas del poético Ángel de la Guarda que llevábamos en nuestras velas, y ha cambiado las condiciones del mar. Antes, el mar era nuestra divinidad, era la reina endiosada y caprichosa, altiva y cruel; hoy es la mujer a quien hemos hecho nuestra esclava.
La pérdida de su padre la asustó más que la afligió al principio. No lloraba; pasaba el día temblando de frío en una somnolencia poblada de pensamientos disparatados. Sintió un egoísmo horrible lleno de remordimientos. Más que la muerte de su padre le dolía entonces su abandono, que la aterraba. Todo su valor desapareció; se sintió esclava de los demás.
Bella Misuf, le dixe, vos sois mucho mas donosa que yo, y divertiréis mas bien al príncipe de Hircania: procuradme medio para escapar; reynaréis vos sola, y me haréis feliz, librándoos de una rival. Misuf me ayudó á efectuar mi fuga, y me partí secretamente con una esclava egipcia.
Tambien á verte yo, mi caro Aurelio, Es el remedio de mis graves penas. Abrazanse y salen sus amos. Perra, esto se sufre ante mis ojos? Falso, traidor, esclavo con la esclava? No, no, señor, no tiene culpa Aurelio, Que al fin es hombre, sino aquesta perra esclava. La esclava no, señora, este malvado, Forzador, inventor de mil embustes, Tiene la culpa destas desverguenzas.
Ni yo sé que te diga, Silvia mia, Sino que á tal estremo soi venida, Que le tengo de amar sea quien se fuere; Solo te ruego, que procures, Silvia, De ablandar esta fiera tigre Hircana, Y atraerle con dulces sentimientos A que sienta la pena que padece Esta misera esclava de su esclavo: Y si esto, Silvia, haces, yo te juro Por todo el Alcoran de buscar modo Como con brevedad alegre vuelvas Al patrio dulce suelo deseado.
A propósito de esto te recordaré, hermano Mohamad, el olvido en que como monarca has tropezado respecto a la hermosa Encirnún, esclava, que puede ser reina en cualquier parte en donde se dé culto a la hermosura.
Había salido esclava de aquel país, y volvía libre... ¡libre! ¡Ah! en la situación en que me encontraba, ¡qué de recuerdos se agolpaban a mi imaginación al pronunciar aquella sola palabra! ¡Vanas ilusiones acaso, pero que la imaginación no podía desterrar! ¡Esperanzas insensatas nacidas en el corazón, y que constantemente nos hacen volver la vista hacia nuestra querida patria!
Palabra del Dia
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