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Actualizado: 7 de julio de 2025


Niego, pues, ese desdén, esa rivalidad que entreveo que se nos supone, a los que escribimos en Madrid, contra los que escriben en español en otras ciudades, y singularmente en las de Cataluña. ¡Ojalá escribiesen allí cosas tan buenas que, sin excitar nuestra envidia, despertasen en nosotros emulación noble y nos moviesen a escribir con mayor tino, primor e ingenio que en el día!

Es que a causa de mis sufrimientos llegué a dudar de mi vuelta al camino de la virtud; luego, entreveo con horror la muerte, porque aún no me creo bien preparada... ¿Llegaré a estarlo? No pido la prolongación de mi vida más que el tiempo necesario a prepararme y purificarme: y nada más. Dios me ha hecho esta gracia.

Por lo que relata el padre vicario entreveo que en el alma de Pepita Jiménez, en medio de la serenidad y calma que aparenta, hay clavado un agudo dardo de dolor; hay un amor de pureza contrariado por su vida pasada.

No dejaré pasar ni una noche ni una mañana sin rogar por ella, y cuando vea delante de mis ventanas, a la otra parte de la calle, aquella ventana cerrada para siempre, o encuadrando otras caras, ¡cómo se partirá mi corazón de tristeza y de pesar, sino la entreveo a ella... allá en el cielo!... ¡Cuánto debo yo a mis buenas amigas! Creo verdaderamente que la amistad es la forma visible de Dios.

Me encuentro en esa fatídica línea que separa la juventud de la edad madura... Si resbalo, en ese período de la existencia, llevando a él las pasiones y los hábitos de los pasados días, no puedo hacerme ilusiones sobre el porvenir que me espera... Me parece que tengo algunas nociones siquiera de honor y de buen gusto... además, profeso instintivo horror a todo lo que es falso y bajo... y, sin embargo, si me abandono al ciego destino en estos momentos de crisis, vislumbro un futuro que hiere todas mis singulares aprensiones... Entreveo en el horizonte amores de decadencia, una juventud artificial obstinándose en combatir en vano contra las advertencias y las humillaciones de la edad... secretas operaciones de tocador tan vergonzosas como inútiles... alguna vieja amante legítima in extremis... y otras mil cosas del mismo género, a las cuales, es cierto, amigo mío, que en nada me cedían cuanto a delicadeza, han concluído por resignarse mansamente... Pues bien, mi buen Fabrice, cuanto más reflexiono acerca del medio de escapar a este triste futuro, tanto más me convenzo de que no hay otro medio sino seguir la trillada senda de nuestros antecesores.

Al fin llego a las piezas que me han sido retenidas en el Jockey Club y tomo posesión de aquella sala desnuda, a la que me ligan hoy tantos recuerdos y que no entreveo en mi memoria sin una emoción de cariño y gratitud por los que me hicieron tan grata la vida en el suelo colombiano.

Gener, me parece o entreveo que se inclina a que el sub-hombre o el supérfluo se conserve y viva, bajo la tutela o protectorado del super-hombre triunfante. Bien podrá éste echarse a cavilar y hasta repetir el antiguo proverbio: cuando las barbas de tu vecino vieres pelar, pon las tuyas en remojo. Las cosas no han de parar aquí: la evolución no puede darse por terminada. El progreso es indefinido.

Mi clarividencia, en este punto, no es completa todavía replicó el anciano ; pero entreveo y percibo en la penumbra confusa de mis recuerdos ultranatales que he muerto y renacido ya treinta veces en esta mansión terrenal. Y todavía poco y todavía para seguir estudiando tendré que morir y que renacer dos o tres veces más antes de alcanzar el nirvana. ¿Y qué es el nirvana? dijo Morsamor.

Palabra del Dia

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