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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Lo que le falta en aquel punto es sentido comun. Su disposicion natural, ó sus hábitos, le han formado así: y el que se empeña en convencerle debiera reflexionar que quien ha sido capaz de verter un desatino tan completo, no es capaz de comprender la fuerza de la impugnacion. Entendimientos torcidos.
De la cintura a los pies poco tenía de fenomenal, y el enciclopédico limeño don Pedro de Peralta escribió con el título de Desvíos de la naturaleza un curioso libro, en que, a la vez que hace una descripción anatómica del monstruo, se empeña en probar que estaba dotado de dos almas.
¿Lo véis? exclamó triunfante y sonriendo la joven. ¿Quién es aquí el corazón duro é inflexible, el predicador severo, el que se empeña en que continuemos reñidos? Pues bien, cederé yo, porque lo que es vos habéis de seguir haciendo méritos hasta obtener, como os lo deseo, la mitra de obispo ó el capelo cardenalicio.
PANTOJA. Nada. Que para ese plan... hermosísimo, lo reconozco... no puedo ofrecer a usted mi cooperación. De modo que según usted, mi señora Doña Evarista, si la niña quiere perderse, que se pierda; si ella se empeña en condenarse, condénese en buen hora. Está. EVARISTA. ¡Oh! no... Me falta valor para intervenir... ¿Y con qué derecho?... Imposible, Don Salvador, imposible...
La desdichada se empeña con toda la energía de su alma en dominar su inclinación, declarando á Don Alvaro, con fingida frialdad, que se casó con su esposo por deber y por amor. Durante esta entrevista se oye un cañonazo: es la señal que anuncia la partida de Don Juan; Serafina se apresura á acompañarlo á su patria, y Don Alvaro se queda en Gaeta sin esperanza.
En efecto, uno de estos economistas se empeña en demostrar que el valor de una cosa consiste en el obstáculo vencido para producirla; de lo cual deduce que, mientras más fácil se haga la producción, disminuyendo los obstáculos, menos valor tendrán las cosas; de modo que, mientras más cosas haya, seremos más pobres.
El universitario aceptó con humildad. ¡Si usted se empeña!... ¡Es usted tan bondadoso!... Sabía Golbasto por experiencia que nada halagaba á este compañero como oir sus versos recitados por su boca. El poeta del cochecillo en forma de concha, de los tres caballos humanos y del látigo sangriento declamaba con una dulzura celestial que hacía verter lágrimas.
E inclinándose hacia Ana, añadió en voz baja y melosa: ¡Mírele usted, está hoy lo que se llama hermosísimo ese apóstol de los gentiles! ¡Qué roquete! Parece de espuma.... En el nombre del Padre..., del Hijo... y del Espíritu.... Santo... Pero, ¿y si él se empeña en que vaya? Es muy débil... si insistimos, cederá. ¿Y si no cede, si se obstina? Pero, ¿por qué? Porque... es así.
Nos lo hemos jurado muchas veces. ¿Por qué se empeña en separarnos?... La mano del gigante volvió á repelerle, mientras dos lágrimas se desplomaban de los ojos de Gillespie, cayendo en el interior de la cajita. Cerró lentamente la tapa, volviendo con una presión de sus dedos á hacer penetrar las tachuelas en sus antiguos orificios.
Creyendo siempre que sus adversarios y hasta sus parientes le tienden lazos traidores para perderlo, intenta asegurar su vida matando á sus enemigos; la sangre de sus rivales ha de derramarse para llevar á ejecución sus intrigas amorosas, y otras veces, al contrario, se empeña en proteger á los reos condenados por el asistente.
Palabra del Dia
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