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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Sus oídos zumbaban; sus ojos, cegados momentáneamente, contemplaron un cielo inmenso de color de rosa, el mismo rosa pálido y jugoso de la carne femenil. Algo entraba por su nariz, en doble columna embriagadora, que estremecía su cerebro, reflejándose con la violencia de un latigazo al otro extremo de su organismo.
Bullen átomos de luz, como estos que ahora nos rodean, y en las puntas de nuestros cabellos palpita con galvánica fuerza, embriagadora sensibilidad. ¿No percibe usted estas ondas que vienen del cielo, no siente usted cómo se abre la tierra y despide cien mil vidas nuevas, creadas en esta corola donde estamos, y en cuyos bordes nos movemos a impulso de la suave y embalsamada brisa?
¿Te acuerdas?... Pero, ¿para qué hablar del pasado, amado mío? el presente es nuestro, el presente y su delirio, y su alegría embriagadora, y sus ardientes caricias, y su dulce abandono... Vaya... cuando esté sola, cuando, en un ardiente insomnio, se agite mi pecho y mis ojos se llenen de lágrimas, entonces... entonces será tiempo de invocar mis recuerdos.
Le contesté más lacónicamente aún, le estreché tiernamente la mano y nos separarnos. Me sucedió con estas confidencias de Oliverio igual que con todas las lecciones demasiado bruscas o fuertes por exceso; aquella iniciación embriagadora me llenó de confusiones y hube menester de largas y penosas meditaciones para seleccionar las verdades útiles o inútiles que contenían declaraciones tan graves.
Cada patio tiene en el centro una preciosa fuente de mármol con surtidores que refrescan el aire, y en todo el recinto se ven grandes jarras de gaspe, de porcelana, etc., conteniendo arbustos delicados, macetas de jazmines, rosas y claveles, naranjillos en flor, enredaderas ó parásitas, que embalsaman aquella atmósfera embriagadora.
Una música embriagadora salía del sonoro instrumento, y la misteriosa virtud de la melodía era para el alma del joven una explicación del por qué de la sobrehumana belleza que esa repentina animación hacía brillar en aquel rostro.
En medio de aquel silencio absoluto, el arreglo del jardinillo no turbaba ni a un ave, y su vecindad nada tenía de triste; pero el mar parecía así más inmenso, el cielo más alto, y en aquella siesta interminable trascendía en torno de ella el sentimiento del descanso eterno, entre la naturaleza embriagadora, abrumadora, pletórica de vida.
Palabra del Dia
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