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El Cincinato electoral, a quien anhelaba mover D. Acisclo, porque con él daba por indudable el triunfo, era el famoso amigo mío D. Juan Fresco, de cuyos labios esta historia, así como otras muchas no menos ejemplares, que contaré en lo venidero, si Dios me concede vida y salud.

Contestar peticiones y consultas, ahogar las quejas y entretener las locas pretensiones que llegaban del distrito, el clamoreo sin fin del rebaño electoral, que no tropezaba con el más leve obstáculo sin acudir inmediatamente al diputado como el devoto apela al milagroso patrón.

Ya que se trata de contribuir y de distribuir, y ya que la contribución es forzosa, bueno es apoderarse de ella para hacer la distribución luego, máxime si se considera que, según canta el refrán, quien parte y reparte se lleva la mejor parte. »Pero cuando se hunde bien la mirada en el centro de este negocio, concretándonos a un distrito electoral, créame usted, Sr.

Es allí donde, al derredor de la Puerta-Nueva, se encuentran los jardines públicos, el teatro, el conservatorio de música, el museo Rath, el palacio electoral y las construcciones mas recientes, y donde va surgiendo la nueva Ginebra que, libre del obstáculo de las fortificaciones, se extenderá indefinidamente hasta ligarse con Carouge, villa de 4,500 habitantes situada sobre la márgen izquierda del Arve.

Un murmullo de curiosidad se elevó del corro, semejante al que surge de una reunión electoral cuando el discurso del candidato queda cortado por una objeción imprevista. Todos los ojos se volvieron hacia el viejo, que se rascaba la cabeza, mirando al suelo con una expresión de inquietud y de duda. De pronto sonrió, triunfante.

De esta suerte vino a formar D. Acisclo una poderosa minoría electoral, cuyo centro y núcleo era Villafría.

La corrupción administrativa es mayor que la de cualquier país europeo y aun sudamericano, medianamente organizado. El fraude electoral se practica en una escala que asombraría a la misma Inglaterra y de la que no hay remotos rasgos en Francia, único país en el mundo actual donde el sufragio universal se aproxime a la verdad.

Sobre esta mesa yacen libros grandes y libros pequeños, un cuaderno de dibujos de Gavarni, cartapacios repletos de papeles, números de La Revue Blanche y de la Revue Philosophique, fascículos de un censo electoral, mapas locales y mapas generales.

Le encontró al fin, y le reconoció al momento, cuando llegó a sus oídos el eco profundo y melancólico de La Leva y de El fín de una raza, o cuando vió desplegarse a sus ojos, en minucioso lienzo holandés o flamenco, avivado por toques de vigor castellano, el panorama de La Robla o de La Romería del Carmen, el nocturno solaz de la Hila al amor de los tizones, o el viaje electoral de don Simón de los Peñascales por la tremenda hoz de Potes.

Allí montaron los siete, y partieron a trote menudito, entre las sombreradas de los que quedaban en el mesón y la afanosa curiosidad del vecindario, que había acudido en masa a las inmediaciones de la venta para conocer al candidato, de cuya riqueza se contaban maravillas en el pueblo. Allí empezaba para don Simón, si no lo más difícil, lo más penoso de la campaña electoral.