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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Corren acerca de vuesa merced añadió, tratando de atenuar con una sonrisa la dureza de las palabras las más peregrinas especies.
Me he puesto á escribir la relación de este día decisivo de mi vida, esmerándome en conservar la fraseología exacta del viejo notario, y ese lenguaje, mezcla de dureza y de cortesía, de desconfianza y sensibilidad, que mientras que tenía el alma traspasada de dolor, me ha hecho sonreir más de una vez.
Ellas son las que tuercen con más facilidad la dureza de la justicia.... No; las mujeres no tienen nada que pedir á Dios, pues todo lo reciben de los hombres.... Y los hombres, cuando trabajan por la gloria, por la ambición ó por amor al dinero, no hacen en el fondo mas que trabajar por ellas y para ellas. Reverbera en las blancas fachadas el sol de las primeras horas de la tarde.
Protestaba de sus imposiciones, y le habló de usted, para dar mayor dureza a su protesta. Quiero ver todo Tijuca; quiero ir adonde vivieron Pablo y Virginia. Acuérdese de su promesa: un hombre debe tener palabra.
Los pillos de los abogados se encargarán de eso exclamó con una extraña dureza en su voz, como si no hubiera tenido estimación alguna por sus abogados. No, quiero que usted vele por ella, que se cuide de que ningún hombre la haga su esposa por amor a su dinero, ¿me comprende?
Entonces ocurrieron las tormentosas escenas que habían de dejar en Rafael una profunda impresión de amargura y miedo. La dureza del carácter de doña Bernarda quebrantó al joven, haciéndole comprender con cuánta razón había temido siempre a su madre. La áspera devota, con su coraza de virtud y sanos principios, le aplastó desde las primeras palabras. ¿Se había propuesto deshonrar la casa?
Es capaz de aplastar una pulga sobre el brazo decían los marineros de su pueblo para ponderar la dureza de sus bíceps. Su cuerpo carecía de grasa. Bajo la morena piel sólo se marcaban rígidos tendones y salientes músculos; un tejido hercúleo del que había sido eliminado todo elemento incapaz de desarrollar fuerza. Labarta le encontraba una gran semejanza con las divinidades marinas.
¿Y quién os ha dicho, exclamó ella, que yo os amo, ni en amaros piense, ni para vos me haya criado, ni al cabo la dureza mía para el amor, por vos se haya deshecho?
¿Es decir, que mi obligación era quedarme toda la vida esperando a que se te antojase volver a acordarte de mí, como se queda un libro en un estante, hasta que su dueño tenga capricho de volverlo a leer? Sé franco, mírame cara a cara y dime: si yo fuera libre, ¿hubieras vuelto a pensar en mí? Dispensa la dureza, pero lo que ahora sientes no es amor, es envidia de otro.
En un desvencijado carro de trasportes iba tendido sobre jergones, cuya dureza con la de las piedras competía. Como el carro tenía toldo y unos palitroques laterales al modo de rejas, su semejanza con una jaula era grande, de donde resultaba que el Sr.
Palabra del Dia
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