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Actualizado: 22 de noviembre de 2025
Muy superior á estas comedias es El bastardo de Ceuta, drama, que, aun ofreciéndonos graves faltas, las compensa en parte por un número igual de importantes bellezas.
Ese gran drama del mar, permanente en su espíritu, pero variable en sus formas hasta lo infinito, es un misterio supremo que seduce, fascina, embarga los sentidos y obliga á meditar.
La solución de este drama es desconocida, pues las que se le han dado parecen absurdas. Ciertamente que no. Si, por algún accidente, se para en alguna playa, el enorme peso de sus carnes, de su grasa, la aniquila; sus órganos se rinden y queda asimismo asfixiada. En el único elemento respirable para ella, la asfixia la mata lo mismo que en el agua no respirable do vive. Abreviemos razones.
Ahora, pues, podemos dedicarnos á su estudio más seguros que antes, puesto que las indicaciones hechas hasta aquí nos serán muy útiles para aclarar algunas cuestiones obscuras de gran importancia. Teatro romano en España. Existencia de los espectáculos escénicos bajo los visigodos. Si los árabes conocieron también el drama. Juegos mímicos de los juglares.
No podría asegurar si todo esto fue un sueño, pero jamás presencio el drama ni oigo la noble frase referente a Dos almas... sin pensar en los hosteleros de Wingdam. Acababa de llegar la diligencia de Wingdam.
Los pormenores del drama escapaban a Ferpierre, pero éste los reconstruía con la imaginación.
La causa de todos estos yerros, cuando se intenta señalar con exactitud la época en que nació el teatro, consiste generalmente en la falsa idea que se ha formado de la esencia del drama.
Los jóvenes, hundidos en altos sitiales de drama romántico, hablaban de caballos y mujeres y llevaban la cuenta de cuantos desafíos se realizaban en España, pues todos eran hombres de honor quisquilloso y obligatoria valentía. En un salón interior se tiraba a las armas; en otro se jugaba desde las primeras horas de la tarde hasta después de salido el sol.
Distinguen particularmente á este verdadero drama nacional, el sello y el colorido, que caracteriza á la Edad Media española. El Cid, más bien en esta segunda parte que en la primera, es el héroe elevado y constante, que nos describen los romances; y por punto general se aprovecha en ella con esmero cuanto dicen las crónicas y cantos populares.
La noche inmediata se ponía en escena un drama de Lope ó de Calderón; á la otra seguía una ópera de Metastasio, una comedia de Molière, Regnard ó Goldoni, y á los cuatro días se solazaba el público con un drama de espectáculo de Valladares ó de Comella.
Palabra del Dia
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