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Actualizado: 5 de septiembre de 2025
En el centro de una fúnebre media luz, distinguí sobre un canapé de mil doscientos francos, la sombra inconsolable de la señora de Saint-Cast, envuelta en amplios crespones, cuyo precio no tardaremos en conocer. A su lado se hallaba la señora de Aubry presentando la imagen de la más intensa postración física y moral. Una media docena de parientas y de amigas completaban aquel grupo doloroso.
He dicho que estaba anocheciendo. De las altísimas ojivas caían largos crespones de sombra. Sólo por la parte del trascoro, que mira á Poniente, los calados rosetones dejaban penetrar alguna claridad melancólica..... ¡No sé qué religiosa tristeza inundó mi corazón! Allá, á lo lejos, distinguí la moribunda luz de una lámpara que ardía detrás del altar mayor.
Si no, ¿qué significa el papelito de apuntes que sorprendí el otro día sobre la cómoda de mi tía, y en el cual, pasando al descuido la vista, distinguí este renglón que decía: Corresponden a F. 1.252 reales? F. quiere decir ella. Luego hay comunicación entre mi tía y ella, y como esta comunicación no es postal, resulta claro, como la luz del día, que reside en Madrid».
Vi un fogonazo y la explosión de un disparo me detuvo. Un cazador salió de su escondite, bajó hacia la marisma y oí el chapotear de sus pies en el agua; otro le habló. En aquel cambio de palabras breves y pronunciadas en voz baja, pero que la noche hacía muy claras, distinguí un timbre de voz que me impresionó. ¡Andrés! grité. Hubo un momento de silencio. ¡Andrés! grité de nuevo.
Yo, sin atender a las exhortaciones del clérigo que iba a mi lado, asomaba la cabeza por la ventanilla explorando con los ojos la calle, las puertas y los balcones de las casas. Nada, ni un ser humano parecía. Allá en las afueras de la población, distinguí dos niños que corrían sofocados hacia la puerta de una casa, desde la cual su madre les llamaba a gritos.
Yo, sin atender a las exhortaciones del clérigo que iba a mi lado, asomaba la cabeza por la ventanilla explorando con los ojos la calle, las puertas y los balcones de las casas. Nada, ni un ser humano parecía. Allá en las afueras de la población, distinguí dos niños que corrían sofocados hacia la puerta de una casa, desde la cual su madre les llamaba a gritos.
No percibía el menor sonido. Pronto distinguí los vagos contornos del cenador, cuyos peldaños subí. La puerta de madera y muy endeble, se abrió en seguida y una mujer que allí esperaba se apoderó vivamente de mi mano. Cierre usted la puerta murmuró. Obedecí y dirigí hacia ella la luz de la linterna.
Descendí del carruaje á la entrada de la avenida para llegar á mi habitación, atravesando el parque por el camino más corto. Al entrar en una obscura alameda, un débil ruido de pasos y de voces hirió mi oído y distinguí vagamente dos sombras en las tinieblas.
Palabra del Dia
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