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Actualizado: 29 de julio de 2025
Se lanzó a estrechar en sus brazos la cabeza de su esposa; pero esta le recibió con los puños, que, rechazándole con fuerza, le hicieron perder el equilibrio y casi caer sobre don Basilio. ¡Nerviosa, nerviosísima! dijo el médico, disimulando el dolor de un callo que le había pisado aquel calzonazos. Empezaron las explicaciones.
Qué dichosa soy al oírte juzgar así al señor Baurepois... Temía que su físico... ¿Su físico?... respondí disimulando una sonrisa. Sí, temí que te impresionase contra él... Pero el padre Tomás, que es un hombre de gran talento, me había dicho que él conduciría la conversación de manera que quedases conquistada...
Don Paco se había reportado, disimulando su pena y su enojo; pero no bien volvió a su casa, la pena le arrancó lágrimas y el enojo le hizo crispar los puños como sí estuviese delante algún enemigo a quien dar de puñaladas. No podía, sin embargo, reñir con la población entera. Su hija era la más culpada, y él la había sufrido.
»No obstante su respeto por aquella recomendación sagrada, y sobre todo su timidez natural, aumentada aún por el carácter despótico e impetuoso de aquel hombre, la imponían una especie de sumisión, soportando pacientemente sus impertinencias y disimulando en parte la aversión que le inspiraba.
Habíasele presentado este disimulando, bajo su arrogante petulancia, el encogimiento y la especie de miedo receloso que suelen infundir los jesuitas a las personas mundanas que sólo les conocen por las mil patrañas que en pro y en contra de ellos corren contadas o escritas.
Y pasó adelante, con la seguridad de un hombre que conoce perfectamente el lugar donde se encuentra. Por fortuna, el pintor estaba solo, y no necesitó correr de un lado á otro disimulando los vestigios de una grata compañía. Tardó algún tiempo en reponerse de su emoción.
Felizmente para Barragán, no tanto para Elena, se presentó allí Gustavo Núñez que la había seguido los pasos. Recobró aquélla la calma y disimulando la causa de su turbación para no herir al amigo de su marido, contó que había visto un bicho negro y largo, así como una serpiente. Barragán y Núñez se pusieron a buscar, pero, es natural, no dieron con él.
Por supuesto, amigo mío. ¿Cómo había yo de creer que había otro género de tratos entre un hombre como usted y una persona semejante? Pues yo le creía un... medio personaje replicó don Simón, disimulando el mal efecto que le causaron las últimas palabras del ministro, que añadió: Hoy lo parecen todos, señor de los Peñascales.
El joven sonrió disimulando su turbación, y respondiendo con fingida indiferencia: A cualquiera le llamará la atención una mujer tan hermosa. ¿Quién es? ¿No la conoce usted? Es la señora de Osorio, un banquero, hija de Salabert. ¡Ah! ¿hija de Salabert? ¿Vive en aquel palacio grande del paseo de Luchana? No, señor; vive en un hotel de la calle de Don Ramón de la Cruz.
El Regente en una continua agitacion expedia providencia sobre providencia, y los Ministros, disimulando el miedo que los dominaba con el celo y amor al Soberano, se hicieron cargo con las compañias formadas del grémio de abogados, de rondar y patrullar todas las noches, reconociendo las centinelas avanzadas.
Palabra del Dia
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