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Actualizado: 10 de julio de 2025
Lo que no se refiriese directa o indirectamente a sus placeres, le interesaba tan poco que podía esperarse sentado a que diera los pasos necesarios. Y así sucedió, como temía. Pasábanse los días, y nada me comunicaba de sus gestiones. Yo no le hablaba de ello, porque temía impacientarle, y no me convenía por ningún concepto ponerme mal con él.
Cristeta prosiguió: Tal vez no me perdones estos engaños, hijos de mi amor, y, sin embargo, me agradecerías los besos que ahora te diera, aunque fuesen robados a otro hombre. Te juro que no he mentido en nada.
No, señor, me parece que no hay nada. Ya sabe que la señora... Sí, sí, ya sé. Don Mateo fué al comedor y comenzó a escudriñar los tiradores. Nada; no había más que los utensilios de la mesa, cuchillos, tenedores, el sacacorchos. Al través de los cristales del armario vió algunas pastillas de chocolate y una bandeja de bizcochos. ¡Caramba, si diera alguna llave!
Yo comprenderia que la competencia pudiese explicar aquel fenómeno de la índole francesa, cuando cada uno usara del merci de un modo especial, cuando cada cual lo revistiera de una forma que le diera la expresion y el interés de su particular ingenio: más claro, comprenderia lo que se dice, cuando el uno pronunciara el merci con una corneta, el otro con un clarinete, el de más allá con bombo ó platillos; pero si todos dicen el merci con el mismo acento habitual, con el mismo grado de sonrisa autómata: si el merci es un mercado comun, ¿en donde se concibe la competencia?
La enfermedad llamada hidropesia Asi le hincha el vientre, que parece Que todo el mar caber en él podia. Al modo destas partes asi crece Toda su compostura, y no por esto, Qual dixe, su hermosura desfallece. Yo atonito esperaba ver el resto De tan grande prodigio, y diera un dedo Por saber la verdad segura, y presto.
Que no se hizo esperar mucho, porque precisamente le estaba retozando a Nieves en los labios y en los ojos y en todo el cuerpo, vuelta a su ordinaria tranquilidad mucho antes de que diera fin el pintoresco discurso de su padre. ¡Valiente caso! dijo echándose a reír de todas veras. ¿Por ahí le tomas? exclamó su padre muy gozoso también, aunque no poco sorprendido.
Nadie lo diría, con su cuerpecillo de paje, sus corteses maneras y su suave voz; pero ¡por mi espada! desde que nos embarcamos en Orvel hasta el sitio de París, y de esto hace ya casi veinte años, no hubo caballero inglés que diera mejor ejemplo, ni escaramuza, emboscada, asalto ó salida en que él no figurase en primera línea.
Ya hemos dicho, y aun nos quedan por decir, cosas peores de él; pero ninguna tan lastimosamente débil; ninguna que diera una prueba tan irrefragable de la sutil enfermedad que había, desde tiempo atrás, minado la verdadera base de su carácter.
El un preso del otro no sabia, Que así se diera la òrden y la traza: Mas presto Zapican triste venia, Que miedo, ni temor no le embaraza. El preso
La sierpe con la cola revolviendo, Al buen Capitan diera muy airada Un golpe tan terrible, que cayendo Venia el Capitan, y con la espada, En el suelo se tuvo, y acudiendo Con una venturosa cuchillada, Tal golpe de reves d
Palabra del Dia
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