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Bueno, bueno. Y también entiendo de limpiar metales, de componer algo de carpintería; hasta de cocina entiendo un poco... Ea, señora dijo restregándose las manos una con otra con tanta fuerza que a poco más saca lumbre , empecemos. Disponga usted la compra de mañana. Un duro. Es un despilfarro. Vengan catorce reales. Yo me entiendo; basta de mimos. Comerá usted lo que haya. Hay que traer carbón.

Taylor que sea vanidad y despilfarro que procuremos conservar, aun á costa de los mayores sacrificios, una isla que nos pertenece, y donde nadie ó pocos se sublevarían si desde los Estados Unidos no los alentasen y no les enviasen armas y dinero? Cuba es nuestra propiedad legítima, y no es vanidad ni soberbia nuestro empeño en conservarla.

El propio D. Acisclo creía, allá en el fondo de su alma, aunque rara vez se jactaba de ello por su extremada modestia, que había sido para con el marqués un dechado de fieles servidores. Así es que, en el año que vivió el marqués en Villafría, ya arruinado, D. Acisclo le sermoneó bien sobre su despilfarro e imprevisión, y el marqués le oyó siempre con respeto y hasta compungido a veces.

Ya estamos frente á la casa del mayor cofrade; es de buen aspecto, su construcción llega hasta el despilfarro de ser la cubierta de tejas y estar rodeada de una espaciosa cerca de cañas, á cuya sombra, y atados á un arigue, gruñen uno ó dos babuis, huéspedes indispensables en toda casa india.

La pobre mujer vio el cielo abierto, y por el hueco la docena de pesos, compendio hermosísimo de su felicidad en aquellos días. «Doce duros repitió D. Carlos pasando las monedas de una mano a otra ; pero no se los doy en junto, porque sería fomentar el despilfarro: se los asigno...». A Benina se le cayeron las alas del corazón. «Si se los diera, mañana a estas horas no tendría ya ni un céntimo.

No le perdonaba sus hábitos de despilfarro y el poco aprecio que hacía del dinero gastándolo tan sin sustancia. Ni una sola vez, ni una, le había dado un pico para que se lo colocase a rédito.

Le ha parecido a Vd. un despilfarro, ¿verdad? ¿Y con qué derecho podría yo pensar así? Vaya, pues deseo que me lo diga Vd.; le doy a Vd. carta blanca para que hable, vaya, que quiero que hable Vd. Era un capricho de niña mimada: curiosidad de saber por qué causa lo que a ella le parecía natural producía mala impresión en el prójimo.