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Actualizado: 23 de junio de 2025
Su superior me paga bien y me emplea para desembarcar los objetos de contrabando de que el convento está abarrotado; me emplea porque sabe que nadie mejor que yo conoce las revueltas y los escondrijos de esta costa, y que, si me prenden, en nada he de comprometerle... Pero ¡anatema, como usted dice, anatema! estoy maldito.
Entonces la mujer, inclinándose fuera, llamó: ¡Cecco!... ¡Cecco! Y entró un mocetón muy fornido, verdadero tipo de cazador en vedado o de bandito, con su gorro de lana parda y su gabán de pelo de cabra. Al desembarcar ya me había fijado en él, al verle sentado a la puerta, con su pipa roja entre los dientes y un fusil entre las piernas, pero, ignoro por qué, había huido al aproximarnos.
Al desembarcar había estado dos horas en un café de Boulogne, contemplando cómo las familias burguesas pasaban la velada en la monótona placidez de una vida sin peligros.
Es el caso que D. Mariano Renovales, aquel soldado atrevido que tan heroicas hazañas realizó en Zaragoza, fue destinado a mandar una expedición que debía salir de Cádiz para desembarcar en el Norte.
Pero, de los contrarios pareceres, el que se tomó fue que nos llegásemos poco a poco, y que si el sosiego del mar lo concediese, desembarcásemos donde pudiésemos. »Hízose así, y poco antes de la media noche sería cuando llegamos al pie de una disformísima y alta montaña, no tan junto al mar que no concediese un poco de espacio para poder desembarcar cómodamente.
Después de desembarcar, la memoria admirable de Bautista indicó las personas a quienes tenían que visitar en este pueblo. Eran tres o cuatro comerciantes. Los buscaron, firmaron las letras, compraron los viajeros dos caballos, se agenciaron un salvo-conducto; y por la tarde, después de comer, Martín y Bautista se encaminaron por la carretera de Cestona.
Llegaron, finalmente, á la playa donde solían desembarcar los Mamalucos, en donde halló el P. Superior cinco largas cadenas que habían enterrado allí aquellos crueles hombres.
Pero estos hombres, ¡qué malos son, pero qué malos! Pues verás. Me voy a Burdeos con mi marido, pasan meses y meses, llega el verano y nos vamos a pasar una corta temporada en Royan, un pueblo de baños de mar. Pues, hija, estaba yo una tarde en el muelle viendo desembarcar a los pasajeros que venían en el vaporcito de Burdeos, cuando me veo al primo Moreno.
Va usted á pasearse por el Mediterráneo de modo de poder desembarcar en Cannes ó en Montecarlo, lo que es muy agradable y muy higiénico. Allí no verá usted espectáculos tristes, si trata de no mirar á los tísicos. Me habían dicho que los franceses eran los últimos enamorados de la Quimera y que no se cometía en el mundo una heroica locura sin que tomasen parte en ella.
Al desembarcar en Barcelona, su madre le entregó una carta escrita casi en su agonía. «Valencia, hijo mío; ¡siempre Valencia!» Y luego de repetir varias veces esta recomendación, le hacía saber que era su heredero. Los libros, las estatuas, todos los recuerdos gloriosos de Labarta, pasaron á Barcelona para adornar la casa del marino.
Palabra del Dia
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