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Actualizado: 1 de junio de 2025


Niños, alzad las inocentes palmas Y ardan en entusiasmo vuestras almas Honrando á la virtud, Que niños cual vosotros vuestros padres Descendieron del seno de sus madres Para destruir la dura esclavitud.

13 Y se avergonzará Moab de Quemos, a la manera que la Casa de Israel se avergonzó de Betel, su confianza. 14 ¿Cómo diréis: Somos valientes, y robustos hombres para la guerra? 15 Destruido fue Moab, y sus ciudades asoló, y sus jóvenes escogidos descendieron al degolladero, dijo el Rey, el SE

Descendieron del automóvil en una planicie limitada por dos cuerpos de edificio que formaban ángulo. Era el patio de honor, la plaza de armas del futuro castillo. En los otros dos lados, unos muros que sólo se elevaban un metro sobre el suelo indicaban la traza de lo que podría ser este patio algún día, si la suerte dejaba de mostrarse adusta con el propietario.

Un oficial examinaba desde él la línea enemiga para apreciar la exactitud de los disparos. Mientras sus camaradas estaban debajo de la tierra, ó disimulados por el ramaje, él cumplía su misión desde este punto visible. A corta distancia de la torre se abrió ante sus ojos un pasillo subterráneo. Descendieron por sus entrañas lóbregas, hasta dar con varias habitaciones excavadas en el suelo.

Descendieron á la ribera, y en el pequeño puerto de la isla del Huevo pasaron el tablón que servía de puente entre el muelle y una goleta pequeña de casco verdoso.

30 y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Y fueron muchos más los que de ellos mató en su muerte, que los que había muerto en su vida. 31 Y descendieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le llevaron, y le sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. Y él juzgó a Israel veinte años. 1 Hubo un varón del monte de Efraín, que se llamaba Micaía.

Después de echarles la bendición se había inclinado sobre ella cuchicheándole maliciosamente al oído: "Con este no te casas por casarte". El carruaje paró. Descendieron. Instantáneamente se vio con él en la sala nupcial. Había un gran lecho, muy ancho y muy bajo; brillaba indecisamente el moaré de los almohadones.

Los soldados, sin recibir órdenes, con la prontitud de la costumbre, se habían aproximado á sus fusiles, que estaban en posición horizontal asomando por las aspilleras. Otra vez los visitantes marcharon uno tras de otro. Descendieron á cuevas que eran antiguas bodegas de casas desaparecidas. Los oficiales se habían instalado en estos antros, utilizando todos los residuos de la destrucción.

En Guayaquil en arma se pusieron, Sabiendo que el Ingles allí ha llegado; A la Puná en breve descendieron: Tambien en Quito el caso relatado, Capitan y soldados proveyeron; Y habiendo á la Puná todos llegado, Las dos cabezas mal se concertaban, Por donde mas erraban que acertaban.

Carmela se sentó otra vez con su almohadilla en el regazo, mientras los hombros de Amparo se alzaban entre compasivos e indiferentes, como si murmurasen «Lo de costumbre» . Apartose de allí, y sus pies descendieron con suma agilidad la escalinata de la plaza de Abastos, llena a la sazón de cocineras y vendedoras, y enhebrándose por entre cestas de gallinas, de huevos, de quesos, salió a la calle de San Efrén, y luego al atrio de la iglesia, donde se detuvo deslumbrada.

Palabra del Dia

rigoleto

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