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Actualizado: 5 de junio de 2025


Bien está que se diga: El primer día que os vi tan mortal fue mi ferida que en veros quedé sin vida y el vivir se vio sin . Y todavía me parece mejor, más alambicado y más agudo, aquello otro que con tintas variantes suele repetirse: Morir a vivir prefiero; y de tu beldad cautivo, o no vivo porque vivo o muero porque no muero. No creas que no me deleitan estas y otras coplas parecidas.

Yo confieso que la geografía del Mar Tenebroso antes de que la brújula hiciera posibles las largas exploraciones, es una geografía que me encanta y rejuvenece: algo así como esos cuentos de hadas que nos deleitan como un perfume de flores marchitas al evocar las primeras impresiones de la niñez.

En fin, mucho, muchísimo se puede inventar y mejorar aún antes de que llegue el momento en que la aparición del superhombre se nos venga encima. Lo que es de las habilidades de Sarah Bernard y de los ingeniosos escritos de Juan Richepín, aunque yo los celebro porque me deleitan y me encantan, no me atrevo a inferir que dicha aparición esté próxima.

Después vinieron la contradicción y la duda. Esto que hoy se llama público y que en lo antiguo con vocablo menos respetuoso se llamaba vulgo, ¿no es tirano también? ¿No es menester adularle si queremos ganar su voluntad? ¿No conviene decirle las cosas que le deleitan para tenerle propicio? ¿No se necesita callar las verdades más sanas para que no se enfade?

Aquí acaba la relación de los retratos que pintó por aquellos años, inmortalizando a gentes de varia condición, entre las cuales no había casi nadie que lo mereciera. Veamos ahora, sus cuadros de la misma época: donde hallaremos maravillas, encanto de los ojos por lo que deleitan; desesperación de la pluma incapaz de expresar la vida que palpita en ellos.

La mayor parte de los poetas que admiramos y nos deleitan pertenecen a la categoría de los que el mismo crítico llama genios pasivos, si bien, a nuestro entender, incluye en este número a algunos que merecen ser colocados entre los primeros, como Rousseau y Schiller.

Era de esos monstruos á quienes gusta oir los gritos de su víctima y que se deleitan viendo lágrimas. El amor en él tenía un fondo de crueldad. Deseaba á Lea, pero la execraba y sujetándola á sus caprichos, se daba el placer de degradarla.

Las poesías que satisfacen y deleitan plenamente por su mérito á cuantos las conocen, excitan ordinariamente el deseo de conocer, también en toda su extensión, la vida de su autor.

Palabra del Dia

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