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La primera noche dominaron al fin, tras largo debate, las ideas afirmativas. «¡Casarme yo, y casarme con un hombre de bien, con una persona decente...!». Era lo más que podía desear... ¡Tener un nombre, no tratar más con gentuza, sino con caballeros y señoras! Maximiliano era un bienaventurado, y seguramente la haría feliz.

A las dos de la tarde, a la Cámara o al Senado. En la primera preside Gambetta, con su eterno espíritu chispeante, levantando un debate de los bajos fondos del fastidio como una palabra que trae sonrisas hasta a los labios legitimistas.

Entre la tierra silenciosa y las mudas tribus del mar, entáblase aquí el diálogo grandilocuente, rudo y grave, simpático, la armónica concordancia del grande Yo consigo mismo, ese precioso debate que es todo Amor. Círculo de las aguas, círculo de fuego. Ríos del mar. Apenas echó la tierra una mirada sobre misma, cuando se comparó y prefirió al cielo.

Y cuando los federales en sesión solemne celebrada en la Academia de jurisprudencia, quisieron hacer declarar a los cubanos de Madrid que se contentaban con la República federal española, Martí, allí presente, se opuso a ello, y en un debate que lo mantuvo en pie siete horas, echó por el suelo esos propósitos. Martí se opuso también a la creación en Madrid de un Casino Cubano.

Acosado por tan fatales reveses de fortuna, otro menos enérgico y de no tan pura ni entusiasta por la libertad de su cara patria, habria desesperado de su empresa; pero el Libertador, cuyo temple y constancia eran inquebrantables, oyendo los consejos de un prudente valor se dirigió á Cumaná, donde unido á Ribas, Mariño, Valdés, Azcúa y otros bravos oficiales, pesó, midió y estudió las circunstancias que hacian su situacion tan precaria, y, despues de un largo debate, decidieron la evacuacion de la ciudad.

A tiempo que a través de floridos jardines resonasen triunfantes clangores de clarines desde los alminares de su feudal castillo... Presbítero. Colabora en "El Debate", de Manila. Ha comenzado a versificar, para el público, hace poco; pero ya tan formado literariamente, que merece un lugar en este PARNASO.

El tema es por cierto asaz importante, y los nombres de los oradores demasiado conocidos del público para que cualquier ciudadano no entre en apetito de presenciar este debate. Restregándome, pues, las manos y gustando anticipadamente con la imaginación sus ruidosas peripecias, tengo salido muchas veces diciendo: No faltaré, no faltaré.

Un violento debate se produjo con este motivo. El herrador, por supuesto, no quería renunciar a su título de médico, pero sostenía que un médico podía ser constable si quería, que el sentido de la ley era sencillamente que no se le podía obligar a ser constable si no lo deseaba.

Así es como en la vida argentina empieza a establecerse por estas peculiaridades el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del más fuerte, la autoridad sin límites y sin responsabilidad de los que mandan, la justicia administrada sin formas y sin debate.

Por la primera vez en su vida, Roussel le veía de este modo, lo que le alarmaba seriamente. Disimulaba, sin embargo y no lo interrogaba, temiendo una respuesta que abriese de nuevo el debate. Esperaba todavía que "aquello pasara", pero veía que no "pasaba" jamás. Por las tardes Mauricio salía solo con frecuencia.