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Dígote, amigo Jargul exclamó por lo bajo uno de los curiosos que estaban viendo el extraño espectáculo en la calle de Elvira, volviéndose a otro moro que al lado tenía , que en menos de veinticuatro horas hemos visto dos procesiones caprichosas, sin alcanzar a ver las dos misteriosas personas conducidas en ellas.

Con todo, parecióme ayudarle, pues se ayudaba y me abría camino para ello, y díjele: "Señor, el buen aparejo hace buen artífice. Este pan está sabrosísimo y esta uña de vaca tan bien cocida y sazonada, que no habrá a quien no convide con su sabor." "¿Uña de vaca es?" "Si, señor." "Dígote que es el mejor bocado del mundo, que no hay faisán que ansí me sepa."

Zara, señora mía, Digote que me he admirado, Mirando lo que ha pasado Tu altivez y fantasia: Ver, por cierto es gentil cosa Indigna de ser notada, De un cristiano enamorada Una mora tan hermosa; Y lo que mas llega al cabo Tu aficion tan sin medida Es de ver que estás rendida A un cristiano que es tu esclavo. Y monta que corresponde El galan á lo que quieres: Perdoname, fragil eres. Dónde vas?

-Calla, Sancho -dijo Ricote-, que las ínsulas están allá dentro de la mar; que no hay ínsulas en la tierra firme. ¿Cómo no? -replicó Sancho-. Dígote, Ricote amigo, que esta mañana me partí della, y ayer estuve en ella gobernando a mi placer, como un sagitario; pero, con todo eso, la he dejado, por parecerme oficio peligroso el de los gobernadores.

Con todo, parescióme ayudarle, pues se ayudaba y me abría camino para ello, y díjele: "Señor, el buen aparejo hace buen artífice. Este pan está sabrosísimo, y esta uña de vaca tan bien cocida y sazonada, que no habrá a quien no convide con su sabor." "¿Uña de vaca es?" ", señor." "Dígote que es el mejor bocado del mundo, y que no hay faisán que ansí me sepa."

Antes, tanto mimo que corrompía, y ahora, de súpito, tratan a este angelito peor que a una bestia. ¡Dígote que la cosa pasa de la raya! ¡No hay corazón para ver tanta maldad! Cállate, tontona, entrometida saltó Concha. ¿Quién te da vela a ti en este entierro?

-Dígote de verdad -respondió don Quijote- que has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el mundo; y que tal modo de contarla ni dejarla, jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes, que no cesan, te deben de tener turbado el entendimiento.

De todos estos acopios, ninguno tan importante ni eficaz como el de una conciencia tranquila. ¡Si supieras el valor que tiene este consejo por ser mío!... Dígote todas estas cosas siempre que te veo, y aunque que te aburren, porque no hay en tu casa quien te las diga. Tu padre... ¡valiente padre está el tuyo! Tu madre... no quiero decirte ahora lo que pienso de tu madre.

Quiso Dios cumplir mi deseo y aun pienso que el suyo; porque, como comencé a comer y él se andaba paseando, llegóse a y díjome: "Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vida vi a hombre, y que nadie te lo verá hacer, que no le pongas gana, aunque no la tenga." "La muy buena que tienes, dije yo entre te hace parescer la mía hermosa."

Dígote, amable Abu-el-Casín exclamó alborozado el Sultán , que ese loco es lo más deliciosamente caprichoso que pueda idear la imaginación más chistosa; me declaro por su favorecedor, y de él espero el feliz desenlace de esta aventura.