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Actualizado: 18 de junio de 2025
Mantener á la criatura casi desnuda, bajo un clima húmedo y variable, era resignarse anticipadamente al sacrificio de los débiles. Sobrevivieron los fuertes, y perpetuada la raza sólo por éstos, rehízose más y mejor.
Lo que más hace respetables á los ingleses en sus posesiones, es su estricta y expeditiva justicia, de tal manera, que los habitantes depositan en los jueces toda su confianza. La Justicia es la virtud primera de las razas civilizadoras. Ella somete las naciones más bárbaras; la injusticia subleva á las más débiles.
Entonces, ¿nosotros...? preguntó melancólicamente el músico. Nosotros estamos abajo y hemos nacido para víctimas. El juego es una imagen de la vida: los fuertes triunfan sobre los débiles. Spadoni quedó pensativo. Yo he visto dijo jugadores ricos que acaban arruinándose como los demás...
Era el faro del Cerro; el monte que al ser visto por los primeros navegantes españoles dio, según la tradición, su nombre a la ciudad. Las luces se iban extendiendo profusamente. Alineábanse en dobles filas, indicando el trazado de los bulevares exteriores; otras más débiles punteaban con rangos superpuestos la negra masa de los edificios.
No hay seres, animales ó vegetales, que no la absorban ó la produzcan en la primera época de la vida, por débiles que sean, aumentando su abundancia más bien en razón de su debilidad.» Esta última frase abre un conocimiento profundo sobre la vida del mar.
Y del temor póstumo a los fuertes, supuestos coexistiendo con los débiles en una forma o manera aún más irresistible y peligrosa para éstos, nació el culto de los dominadores muertos, y el carácter sagrado de sus descendientes directos, considerados naturalmente como intermediarios más eficaces para suplicarles auxilio y favores en los trances difíciles.
En su egoísmo infantil de hombre sano y musculoso, había llegado a considerar a su cuñada como un ser pasivo, razonable y frío, admirable para aconsejar y dirigir a los demás, un ser superior, si se quiere, pero incapaz de sentir aquellas cóleras, aquellas alegrías, aquellas pasiones insensatas que alteraban a los caracteres débiles como el suyo.
Ya sabe usted que en la prueba hemos estado muy flojos, por no conservar usted recuerdos de la niñez que nos favorecieran, y por resultar muy débiles los testimonios de otras personas». Y dicho esto, el abogado, frío, honrado y cruel, se despidió dando un suspiro, último tributo de la ley al volverse hostil.
«No, no te doy la llave; no saldrás mientras yo viva» exclamó D. José, haciéndose superior a sí mismo y mostrando la energía que a veces surge del flaco ánimo de los débiles, como en ciertos momentos de crisis las sublimidades brotan del cerebro de los tontos. Isidora le miró con ira, y respiró fuerte apretando contra el talle el lío de ropa. «¡La llave, la llave!
Tendido en ella como si fuese un enorme ataúd, buscaba con sus débiles ojos los intersticios, y al encontrar uno falto de carena, su alegría le hacía prorrumpir a toda voz en latinajos cantados. Al notar que la barca se movía y ver apoyado en la borda al señor, el viejo tuvo una sonrisa maliciosa, e interrumpió sus cánticos. ¡Hola, don Chaume!... Lo sabía todo.
Palabra del Dia
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