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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Traen estos indios en los labios una piedra azul, como dado, sus armas son dardos, lanzas y rodelas de cueros de huanaco. Las indias traen horadados los labios con un agugero chico, y en él un poco de cristal azul ó verde, visten camisetas de algodon, sin mangas; son bastantemente hermosas, hilan, y cuidan de la casa, y los indios labran los campos, y cuidan lo demas necesario á la familia.
El descuido mas completo y la negligencia mas desdeñosa, convencen al que le visita del poco interes que sin duda inspira á los brasileños. Y en verdad que es una lástima, pues aparte de las dos magníficas colecciones de soberbios plátanos que le adornan, contiene una gran riqueza de plantas escojidas y muy estimadas, que brotan espontáneamente, quizá á despecho de los que cuidan el jardin.
Puede ser. ¿Y los amores os han quitado el apetito? No por cierto. ¿No? pues me alegro; ni yo tampoco. ¡Dorotea! ¡amiga Dorotea! Decid á vuestra negra que nos dé de almorzar. Almorzaremos todos juntos dijo Dorotea. Que me place: almorzarán juntos el amor y las musas, una ninfa y un sátiro. ¿Y tenéis buena despensa? supóngolo. ¡Ah! me cuidan como una reina.
Los indios que se desertan llevan regularmente alguna india que no es su mujer, con la que vive como si lo fuera; y, ya salga de la provincia o se quede en ella, en todas partes pasan por casados, porque aquéllos a que se agregan, sean indios o españoles, sólo cuidan de disfrutar de su trabajo, sin reparar en que vivan como cristianos o no.
Eso no tiene arreglo. He pensado en un remedio enérgico, brutal acaso, pero fuera de él no hallo otro, y para ponerlo en práctica necesito tu ayuda... y la de Engracia. No adivino. Dada la situación de mi padre, es insostenible el estado de mi casa: de continuar así, ni ellas le cuidan ni yo trabajo.
Y se acostó Bonifacio, discurriendo: «¡Sí, es muy hermosa, pero lo mejor que tiene es la frente; no sé lo que dice a mi corazón aquella curva suave, aquella onda dulce!... Y la voz es una voz... maternal; canta con la coquetería que podría emplear una madre para dormir a su hijo en sus brazos: parece que nos arrulla a todos, que nos adormece... es... aunque parezca un disparate, una voz honrada, una voz de ama de su casa que canta muy bien: aquella pastosidad, como dice el relator, debe de ser la que a mí me parece timbre de bondad; así debieran cantar las mujeres hacendosas mientras cosen la ropa o cuidan a un convaleciente... ¡qué sé yo!, aquella voz me recuerda la de mi madre... que no cantaba nunca. ¡Qué disparates!
Se le ha instalado lo más cómodamente que se ha podido. Los que cuidan a los demás tienen la costumbre de cuidarse a sí mismos. El señor de Villanera campa no sé dónde, bajo el tejado. ¿Es que la casa tiene verdaderamente tejado? Nuestros criados griegos e italianos duermen al aire libre: es la costumbre del país. »Mis balcones, en número de cuatro, dan al Levante y al Mediodía.
Los papúes, que son ágiles como monos, no se cuidan mucho de los suelos de sus habitaciones, y apenas cubren con hojas los espacios hueros que median entre las traviesas de bambúes de que están formados los pisos de sus viviendas; así que cualquiera no acostumbrado a andar por ellos puede dar un traspiés y caerse.
Afortunadamente, la disposición y la forma de las pendientes permite á los montañeses reconocer los lugares peligrosos. Así es que nunca construyen sus cabañas debajo de las vertientes en que se forman los aludes, y al trazar los senderos cuidan de elegir pasos seguros.
Palabra del Dia
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