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Acostumbrose el señor Joaquín a juzgar de los sucesos políticos conforme a la pautilla de su prohombre, a quien él llamaba, con toda confianza, por su nombre de pila. Que arreciaba lo de Cuba: ¡bah! dice don Fulano que es asunto de dos meses la pacificación completa.

Cuba, en mi sentir, nada nos ha valido en los cuatrocientos años que hace desde que nos apoderamos de ella.

Frente al mismo cuartel hay un caserón que durante el día está repleto de hombres negros y por la noche sólo se ven en él mujeres. Raro es el día en que no se hagan varias detenciones de estos confidentes, á muchos de los cuales se les han encontrado documentos comprometedores. Todos los detenidos son enviados á Santiago de Cuba á disposición del Juez Especial, que instruye esa causa.

Y no menos alabanza piden la lenidad, la dulzura y el espíritu de conciliación con que el general Martínez Campos, durante todo el tiempo que ha mandado en la isla, ha tratado á los diferentes partidos políticos que en ella hay, sin excluir á los que llenos de imperdonable ingratitud hacia la metrópoli y ciegos por ambición ó por falso y torcido amor al suelo natal, anhelan y buscan la separación de Cuba y de España.

La gente de las barracas respetaba á don Joaquín, aunque en lo concerniente á sostener su miseria anduviese remisa y remolona. ¡Lo que aquel hombre había visto!... ¡Lo que llevaba corrido por el mundo!... Unas veces empleado ferroviario; otras ayudando á cobrar contribuciones en las más apartadas provincias de España; hasta se decía que había estado en Cuba como guardia civil.

En los últimos veinticinco años, afirma que nuestros empleados han defraudado, en las aduanas de Cuba, doscientos millones de pesos fuertes. Supongamos que es exacta la cantidad, y ya es mucho suponer.

Aunque se elevase á cuatrocientos millones de pesos fuertes, todavía sería muchísimo menos de lo que Cuba nos ha costado en los cuatrocientos años que la hemos poseído, sin duda por nuestra desgracia, pero también por nuestra gloria, como monumento y espléndido recuerdo del hecho más brillante y transcendental de nuestra historia y aun de la historia de todo el linaje humano.

En el mismo mes de Julio, se presentó en Cavite el almirante acompañado del General Anderson, y despues de los saludos de cortesía, me dijo: Ha visto V. confirmado todo cuanto le he dicho y prometido. Qué bonita es vuestra bandera. Tiene un triángulo y se parece á la de Cuba. Me dará V. una de recuerdo cuando yo regrese á América?

¿Caíste herido alguna vez? , señora; una vez, en Navarra, me pasó una bala de un lado á otro; me entró por aquí, salva sea la parte, y me salió por aquí. Poco faltó para que me echasen la tierra encima. En Cuba, un negro, mas negro que las tinieblas, grande como un castaño, me descargó un machetazo en un hombro, que á poco me parte en dos. Sin embargo, me curé más fácilmente que del balazo.

En tales condiciones se encontraba la población de Cuba cuando Martí empezó la obra revolucionaria. Es verdad que, como él decía, en el suelo no se advertían los brotes primeros de la planta, pero él sintió lo que pasaba en el subsuelo, y en el subsuelo estaba ya preparada la semilla; prueba cómo ella fructifera.