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Nunca he acertado a leer los libros de Pereda con la impasibilidad crítica con que leo otros libros. Son algo tan de nuestra tierra y de nuestra vida, como la brisa de nuestras costas o el maíz de nuestras mieses. Pocas veces un modo de ser provincial ha llegado a traducirse con tanta energía en forma de arte.

Pellicer, en su confuso y desordenado Tratado histórico, etc., nos habla de ellos sin reflexión ni crítica, refiriéndose unas veces á los fondos de las hermandades, otras á los de las compañías, ó confundiendo los de unas y otras, y aumentando siempre con su obscuridad y defectuoso método las contradicciones que se observan en estos datos.

Aquella perpetua crítica ejercida sobre mismo, aquel mirar implacable, tan pronto amigo como enemigo, siempre molesto como un testigo y desconfiado como un juez, aquel estado de permanente indiscreción respecto a los actos más inocentes de una edad en la que se reflexiona poco, todo aquello me sumió en una serie de angustias, de dudas, de estupores o excitaciones que me conducía directamente a una crisis.

Una vez, hombre... anda. Lucía pidió casi de rodillas a Pilar que renunciase al peligroso goce que anhelaba. Era precisamente la ocasión más crítica; Duhamel esperaba que la Naturaleza, ayudada por el método, venciese en la lucha, y acaso quince días de voluntad y tesón decidiesen el triunfo. Pero no hubo medio de persuadir a la anémica.

En cuanto a la segunda, tenía demasiado orgullo para no despreciar el odio de una sirviente envidiosa, por más que no lo sospechase. Pero su situación en aquel instante era crítica. No podía entrar en la sala sin dar a conocer a su tío que había oído la conversación: esto le avergonzaba y avergonzaría aún más al cura.

Su entusiasmo era inconmovible, a prueba de bomba, no ocurriéndosele jamás que su matador pudiera dejar de ser como él le creía. Ni una crítica, ni una recriminación por el fracaso; antes bien, él mismo se encargaba de excusarle, añadiendo a esto el consuelo de sus buenos consejos. estás resentío aún de tu cogida.

Pero admitidos como indudables cierta clase de hechos, queda anchuroso campo para disputar sobre otros y desecharlos, ó darles crédito; y hasta con respecto á los que no consienten ningun género de duda, pueden espaciarse la erudicion, la crítica y la filosofía de la historia, en el exámen y juicio de las circunstancias con que los historiadores los acompañan.

Véanse las noticias que acerca de esta posada di ha poco en el prólogo de mi edición crítica de la mencionada novela cervantina. Llegad. No, no tengáis miedo.

La primera obra seria de Alfredo Capus fué una novela titulada «Quien pierde, gana», á la que siguieron de cerca otras dos: «Falsa partida» y «Años de aventuras». Aquellos libros pasaron inadvertidos ante el gran público. Capus, que sin duda conocía el mérito de su trabajo, esperó, sin abatimiento ni pesadumbres, á que la crítica le hiciese justicia.

Si alguna dificultad pudiera haber, versaria sobre los nombres, sobre las cosas: ningun sensualista debe tener inconveniente en adoptar por entero la Crítica de la razon pura, cuando haya visto las aplicaciones que hace de sus doctrinas el espiritualista aleman.