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Actualizado: 3 de junio de 2025


Luégo miró con espanto que agitada, convulsiva, por la boca sangre viva, por los ojos triste llanto, lanzaba Ayela, y que en tanto la muerte apagaba impura de sus ojos la hermosura, y con mate palidez manchaba la limpidez de su nítida blancura.

Era terriblemente histérica, pero con rara manifestación desbordante; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro, y de aquí la súbita tenacidad en un disparate, el brusco abandono de una convicción; y en los prodromos de las crisis, la obstinación creciente, convulsiva, edificándose a grandes bloques de absurdos. Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia.

Estas dos circunstancias denotan en los dos medicamentos un espasmo de los vasos; espasmo, que si es ya notable en la plata metálica, es mayor en el nitrato: las palpitaciones y latidos no se limitan al corazon, sino que se presentan tambien en el epigastrio y pecho; el frio y calosfríos se elevan basta la horripilacion convulsiva, y están acompañados de bostezos, pandiculaciones, estiramientos, abatimiento estraordinario y aun ansiedad.

Por mal de sus pecados, aquella noche se había trabajado el pelo con tanta perfección, que... «¡hija, ni que fueras a un bailese había dicho ella a misma, con risa convulsiva, al mirarse en el espejo por secciones de cara, porque de una vez no se la podía mirar toda.

Le entró una risa convulsiva cuando puso su mano sobre el ara sagrada... «¿Quién me había de decir?... ¡oh, mi re Dios de mi alma que yo... ji ji ji!...». Apartó el Crucifijo que está delante de la puerta del sagrario, alargó luego el brazo; pero como no alcanzaba, alargábalo más y más, hasta que llegó a dolerle mucho de tantos estirones... Por fin, gracias a Dios, pudo abrir la puerta que sólo tocan las manos ungidas del sacerdote.

Palabra del Dia

rigoleto

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