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Actualizado: 1 de junio de 2025
La venida de estos judíos i su estancia en la corte fueron mui contradecidas i repugnadas por los Consejos de Inquisicion i de Estado. Pero de todo se burlaba el Conde-duque, fiado en el mucho valimiento que tenia con el rei.
Este hombre fué el Conde-duque de Olivares. Para conseguir sus designios mandó venir de Salonique i otras ciudades varios judíos descendientes de los espulsos de España para conferir el modo con que ellos i los demás volviesen á vivir en estos reinos. Para lo cual trataba de amenguar mucho el poder del Santo Oficio.
Mandole llevar su casa a Madrid y despachó su título el último día de Octubre de 1623 con veinte ducados de salario al mes, y sus obras pagadas, y con esto, médico y botica: otra vez, por mandado de S. M., y estando enfermo, envió el Conde-Duque el mismo médico del Rey para que lo visitase.
Entonces el Conde-Duque reunió un pequeño ejército de cerca de doce mil hombres y con ellos el Almirante de Castilla desbarató a los franceses con tan furiosa acometida que Condé se entró huyendo en el agua hasta ganar una chalupa y el belicoso arzobispo se acogió a los bajeles quedando libre la plaza; traduciéndose el regocijo experimentado por el Rey no tanto en premiar pronto al Almirante cuanto en recompensar con largueza al Conde-Duque.
Y despidiéndose del Conde-Duque, le dio otros doscientos ducados en oro y una medalla con el retrato del Rey, y muchas cartas de favor».
Fue muy bien recibido del Conde-Duque, mandole fuese luego a besar la mano a Su Majestad, agradeciéndole mucho no haberse dejado retratar de otro pintor, y aguardándole para retratar al Príncipe, lo cual hizo puntualmente, y Su Majestad se holgó mucho con su venida.»
Al mismo tiempo un escuadrón de caballería bajaba por la calle del Conde-Duque, y un batallón de nacionales avanzaba por la del Portillo, impidiendo la salida de los amotinados. Hubo luchas parciales; pero, no obstante, la dispersión del pueblo fué completa, desde que los del portal, recibidos por una descarga, retrocedieron hacia la plaza.
Era contemporánea del Conde-Duque de Olivares. Los hijos de aquel infortunado comerciante eran tres. Fijarse bien en sus nombres y en la edad que tenían cuando acaeció la muerte del padre. Juan Pablo, de veintiocho años. Nicolás, de veinticinco. Maximiliano, de diecinueve.
Detalles que, aislados, no representan gran cosa, y juntos dan a entender mucho, atestiguaran luego que, además de soberano artista, debió de ser Velázquez hombre de bondadoso natural; por lo menos fue agradecido: yo no vacilo en asegurar que la prueba es el retrato que hizo al Conde-Duque.
»Hablole la primera vez su excelencia el Conde-Duque alentándole a la honra de la patria, y prometiéndole que él solo había de retratar a S. M., y los demás retratos se mandarían recoger.
Palabra del Dia
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