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Actualizado: 13 de junio de 2025


Claro está que el calavera necesita espectadores para todas estas escenas: sólo lo son en cuanto pueden comunicarse; por tanto el calavera cría a su alrededor constantemente una pequeña corte de aprendices, o de meros curiosos, que no teniendo valor o gracia bastante para serlo ellos mismos, se contentan con el papel de cómplices y partícipes: éstos le miran con envidia, y son las trompetas de su fama.

El pensamiento, cuando no se expresa y se determina por medio de la palabra, cuando persiste hundido en las profundidades de nuestro ser, sin comunicarse y declararse a otro ser inteligente, es confuso caos, de cuya verdad o de cuya mentira, de cuya bondad o de cuya insignificancia, no estamos seguros. La plena conciencia no aparece sino con la palabra emitida y comunicada.

Si por casualidad aquél guardaba silencio, no había miedo que éste lo turbase; horas enteras se pasarían sin comunicarse nada. Muchas veces, después de comer, se sentaban ambos al par de la chimenea; era el momento en que a Miguel le asaltaba la melancolía; se acordaba de su padre, de la triste suerte que le había cabido separado de él, viviendo sin familia hacía ya tantos años.

No obstante, cuando salieron a la calle y vio que el cielo se iba despejando y que la luna asomaba ya su disco plateado por los bordes de una nube, no pudo menos de proferir una exclamación de entusiasmo. El Retiro estaba espléndido, arrebujado en su jaique blanco. La amartelada pareja lo recorrió con extremado gozo, deteniéndose a menudo para comunicarse sus impresiones.

Lo importante es comunicarse, manifestarse, darse a entender, siquiera sea por alusiones remotas, gestos mudos y palabras volanderas. Mas, porque no me importune nuevamente la silueta magistral e imperiosa del admirable don Amaranto, me doblegaré esta vez a seguir su pauta.

Más tarde, después de la misa, en la sala donde se cumplía la ceremonia solemne de la inauguración, Adriana no pudo poner atención a nada; oyó por intervalos el cuchicheo de las personas que tenía cerca de , el discurso de circunstancias que leyó una señora, en el estrado, junto al arzobispo, y todo aquello le produjo un efecto indefinible, algo así como sucede a quien despierto apenas no alcanza todavía a comunicarse con la realidad.

Pero no se había conjurado el choque sino momentáneamente. La pelota estaba en el tejado y no tardó en caer. Maza tenía vehementes deseos de decir a don Rosendo que lo del periódico era «una mamarrachada». Este no las tenía menos vivas de decirle a Maza que era un envidioso. Y en efecto, a la primera ocasión que se presentó, ambos la cogieron por los pelos para comunicarse estas gratas noticias.

Todos con el mejor vestido, y formando corrillos en los que se departía á gritos, como es costumbre entre la gente de campo, no porque el furor sustente los debates, sino por hábito adquirido viviendo casi siempre fuera de techado; todos, repito, se entregaban á aquel primer momento de ocio, después de una semana de rudas fatigas, con las más expresivas señales de satisfacción, buscándola especialmente en comunicarse unos á otros las observaciones, planes y labores que cada cual había hecho desde el domingo anterior.

En esto, D. León Pintado había abierto con no poco trabajo la reja de la sacristía; saltó al patio, única manera de comunicarse con el convento desde la sacristía, y abalanzándose a Mauricia le sujetó ambos brazos. «¡Suéltame, León, capellán de peinetasrugió la visionaria...

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