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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
Se le murieron los rocines y tuvo que entramparse para comprar otros. Lo que le valía el continuo acarreo de pellejos hinchados de vino ó de aceite perdíase en manos de chalanes y constructores de carros, hasta que llegó el momento en que, viendo próxima su ruina, abandonó el oficio.
No les pareció mal a los dos amigos la relación del asturianillo, ni les descontentó el oficio, por parecerles que venía como de molde para poder usar el suyo con cubierta y seguridad, por la comodidad, que ofrecía de entrar en todas las casas; y luego determinaron de comprar los instrumentos necesarios para usalle, pues lo podían usar sin examen.
Porque Blasillo, al comprar aquellas mercancías, que procedían de Levante, entonces asolado por una epidemia, sabía que estaban infectadas y que maese Plock no esperaba más que una ocasión favorable para purificarlas . El pueblo de Cádiz que ignoraba esta circunstancia, se apoderó de las brillantes mercancías e infectó a todos los habitantes.
12 y con los albañiles y canteros; para comprar la madera y piedra de cantería para reparar las aberturas de la Casa del SE
Primero eran nueve y Tarquino no los quiso comprar; luego la Sibila los redujo á seis, y Tarquino no los compró tampoco; y por último, la Sibila los redujo á tres y pidió por ellos tres veces más de lo que por los nueve había pedido. Tarquino los compró entonces. Y es de suponer que si la Sibila los hubiera reducido á uno solo, Tarquino hubiera dado por él más dinero.
Hay en Francia tres millones de pordioseros, todos los cuales juntos no valen medio franco, ¡y no puedo yo comprar a peso de oro la nariz de cualquiera de esos miserables!... Y, después de todo, ¿por qué?
Porque se hacia la cuenta, que con abalorios que llevaba, podria comprar caballos de los indios, y cautivarles voluntades; pero como no esperaba conseguir licencia para practicar esta especie, trató de volverse al puerto en otras cuatro jornadas.
Y tenía razón: ¿dónde hay cosa que tanto descorazone y repugne como besar a una mujer y cinco minutos después darle dinero? ¡Todo se puede perdonar al oro menos que sirva para comprar el amor! El resultado de esta quintaesencia de romanticismo bien entendido, era que no conocía gran número de pecadoras.
Bastante he vivido ya. Siéntese. En seguidita le doy el dinero. Pero dígame una cosa que quiero saber. ¿De quién es ahora esta casa? Eso a usted no le importa. ¿Cree que estoy yo para perder el tiempo? La casa es de su amo. Le repito que no tengo ganas de conversación. ¿Es que quiere usted comprar la finca? Vamos; al avío... Ya sabe que soy hombre de pocas palabras.
Quedose yerta al recibirla, y miraba con alelados ojos el papel sin acertar a salir del paso con una respuesta u observación cualquiera, porque pensar que saldría con dinero era pensar lo imposible... Nunca se había visto en trance igual, porque Bringas tenía por sistema no comprar nada sin el dinero por delante.
Palabra del Dia
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