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Es probable que sólo vió representar los pasos y las églogas en verso, puesto que sólo á ellos se ajusta lo que dice del drama de aquel tiempo, no á las comedias y á los coloquios en prosa, con su personal más numeroso y asuntos más variados.

De noche se llenaban las calles de la ciudad de jóvenes embozados en sus capas, que salían en busca de aventuras amorosas, daban serenatas á sus amadas ó departían con ellas en las rejas de las ventanas, abandonándose á tiernos coloquios.

Aquí era donde celebraba esos coloquios secretos, tan sabrosos para las mujeres, donde su pensamiento se vacía por entero, pasando de lo más escondido y profundo a las frivolidades del día, los pormenores del traje y de la moda. Pocos segundos después de quitarse el sombrero apareció Estefanía. Era una jovencita pálida con hermosos ojos negros.

Decíale los coloquios diarios de aquella santa mujer con el Señor, y cómo, en medio de la oración, el aliento celestial la tocaba de pronto, levantando su cuerpo a varios palmos del suelo. Aquellas cosas eran contadas por la madre con un acento estremecido que derramaba en la noche como sagrado y temeroso aroma de santidad. Durante la mayor parte del día se le abandonaba a su albedrío.

Resultaba de todo ello que la única persona, que era en verdad constante e inteligente testigo del mutuo afecto y de los íntimos coloquios de doña Luz y del Padre, era doña Manolita. Yo no quiero hacer a ésta, ni a ninguno de mis héroes, mejor de lo que son o de lo que fueron. Doña Manolita no era una paloma sin hiel; y no porque odiase a alguien, sino porque no dejaba de tener malicia.

El Conde, y la misma doña Beatriz, en quien al cabo era esto más disculpable por su falta de mundo, se habían empeñado sin duda en que las gentes los tuviesen por superiores a toda crítica; en que juzgasen sus coloquios santos, puros y sublimes, como los que tuvo allá en la antigüedad Numa con la ninfa Egeria, o como aquellos que en la cumbre del Purgatorio, y después entre los esplendores del Paraíso, tuvo Dante con la tocaya de nuestra heroína.

Aunque ignorasen los pormenores, lo mismo don Oscar que su madre estaban seguros de que yo no era tal oficial carlista y que venía en seguimiento de ella desde Marmolejo. Cuando le expresé mi temor de que cortasen aquellos coloquios a la reja, me respondió con resolución: Si me quitan la reja, ya buscaremos otro medio.

Las producciones dramáticas de este poeta, al menos en cuanto se han conservado hasta ahora por medio de la imprenta , se dividen en tres clases: comedias, coloquios pastoriles, y los llamados pasos.

Como el señor vicario posee la rarísima cualidad en un lugareño, de no ser amigo de contar vidas ajenas ni lances escandalosos, de nadie tiene que hablar sino de la mencionada mujer, a quien visita con frecuencia y con quien, según se desprende de lo que dice, tiene los más íntimos coloquios.

Descartarse de la hija lo tenía él por importante; en cuanto al padre.... Verdad es que la hija no se marchaba tampoco; pero se marcharía, ¡no faltaba más! ¿Quién duda que se marcharía? Tranquilizaba a Julián una señal en su concepto infalible: el haber sorprendido cierto anochecer, cerca del pajar, a Sabel y al gallardo gaitero entretenidos en coloquios más dulces que edificantes.