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Serca de dos horas en este horno... Er comandante, porque soy español, me da siempre estos encargos. ¡Con lo que tengo que escribí en la comisaría!... Y salió apresuradamente, cruzándose con el abate, que volvía en busca de sus ornamentos para colocarlos uno por colocarlos uno por uno, bien contados y limpios, en los estuches de viaje. La banda de música tocaba su concierto matinal.

Después, con las frecuentes conversaciones, se había establecido entre ellos cierta intimidad. ¡El dinero! ¡Lo que costaba de ganar y lo necesario que era para la vida!... Y la «bella sombrerera», como la llamaba Isidro socarronamente, entornaba los ojos hablando de los sacrificios que impone el negocio; de lo triste que era abandonar su pisito de la Avenida de Ternes, donde todo estaba en orden y a punto para las necesidades de la vida, con el cuidado de una mujer que sabe dar valor a los pequeños objetos y colocarlos en su sitio.

La multitud de sus nombres y apellidos, su número mismo y las deposiciones de reyes y usurpaciones de reinos, nos harian abandonar el pensamiento de colocarlos aquí, sino fuera porque el autor dejó sobre esto apuntes aunque informes. Los hemos comparado con la serie que estampó el Masdeu en su tomo 15, y ni aun en los nombres hay uniformidad. ¿Cómo la habrá en la cronología?

Pero si el espacio no es mas que este órden ó relacion, y no es sin los cuerpos otra cosa que la posibilidad de colocarlos, estos dos estados, el uno tal cual es ahora, y el otro supuesto al revés, no se diferenciarian: esta diferencia solo se halla en la suposicion quimérica de la realidad de un espacio en si mismo................................

El elogio que hacían de él era siempre el mismo: «No tiene nada suyoAdemás, le querían, por verle siempre en guerra con los señores de la administración, en defensa de la gente de los talleres. En las oficinas trabajaban muchos amigos de Goicochea, que se aprovechaba, para colocarlos, de su intimidad con el principal.

Los amantes, viéndose solos, dedicaron gran parte de la tarde al arreglo de los muebles. Los habían dejado los portadores agrupados en el centro de la habitación que destinaba Isidro para despacho. Después de largas reflexiones y no menores titubeos, se dispusieron los jóvenes a colocarlos.

Allí tenía el mismo clavicordio y sobre la mesa mis autores predilectos, los libros que más me complacía en leer, y que una mano generosa había recogido para colocarlos allí a mi disposición; en mi destierro encontraba los recuerdos de mi pasada felicidad y de la patria ausente. »Gracias, Carlos, gracias murmuré interiormente.